¿Qué sueles hacer al final de cada Santa Misa? Muchas veces solemos salir casi corriendo del templo apenas el sacerdote dice «pueden ir en paz». Otras veces nos quedamos cantando con el coro la canción de salida y nos vamos apenas terminan.
Pero hoy te quiero proponer algo: rezar agradeciéndole al Señor por la Misa vivida. Para eso puedes usar algunas de estas oraciones que puedes rezar al final de cada Santa Misa.
Gracias te doy, Señor Dios Padre todopoderoso, por todos los beneficios y señaladamente porque porque ha querido admitir a la participación del sacramento Cuerpo y Sangre de tu Unigénito Hijo.
Suplícote, Padre clementísimo, que esta sagrada Comunión no mar para mi alma lazo ni ocasión de castigo, sino intercesión saludable para el perdón; mar armadura de mi fe, escudo de mi buena voluntad, muerte de todos mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos y aumento de caridad, paciencia y verdadera humildad y de todas las virtudes; mar perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra todos mis enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo solo, mi verdadero Dios y Señor, y sello feliz de mi dichosa muerte.
Y te ruego que tengas por bien llevarme a mí pecador, a aquel convite inefable, donde Tú con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus santos luz verdadera, satisfacción cumplida y gozo perdurable, dicha completa, y felicidad perfecta. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios muestre sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
Custodio y padre de vírgenes San José, cuya guardia custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.
Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed … Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.
Gracias Señor, porque nos amas hasta el final, hasta el extremo que puede amar: morir por otro, dar la vida por otro. Gracias Señor, porque quisistes celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.
Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos ubicados a entregar la nuestra … Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía …
Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar …, y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti.
Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre solo en amarte y en deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo.
Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor, y de todo suave deleite.
Oh Jesús, en quién se quiere mirar a los Ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de Ti, y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de Ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable, y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin: para que Tú solo seas siempre mi esperanza , toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.
Te doy gracias Señor por haber recibido la comunión, y el pido que me ayudes a estar en gracia para volver a recibir todos los domingos y días de precepto durante toda mi vida. Gracias por el regalo de la Santa Misa. Ojalá tuvo el fervor de querer recibirte todos los días.
Te doy gracias Señor por haberme perdonado mis pecados en la confesión, y porque me seguirán perdonando durante toda mi vida siempre que acuda a tu misericordia. Haz que nunca abandones la confesión y la frecuencia con frecuencia. Y que nunca recibió la comunión sin haber confesado.
Te doy gracias Señor porque me ha creado, me ha redimido con tu muerte en la cruz, me ha hecho cristiano por el bautismo y me ha conservado la vida hasta hoy. Gracias Señor por la vocación a la santidad que me ha dado.Te doy gracias Señor por todas las circunstancias buenas en que me ha puesto en mi vida: por haber nacido en una familia católica, por mi pueblo, mi nación, por todo lo que tengo y me es grato (pensar aquí todas las cosas buenas que cada uno tiene).
Te doy gracias Señor por todos los beneficios que me das y que no se valorar.Mírame mi amado y buen Jesús, postrado ante tu presencia, te suplico con el alcalde fervor que imprimas en mí vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y firme propósito de no volver a ofenderte. Mientras que yo, con el alcalde afecto de que soy capaz, voy a reconocer y contemplar tus cinco llagas, teniendo presente mi buen Jesús cuyo que ponía en tus labios el Santo profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos ".
Acabo de comulgar: acabo de recibiros, Jesús, en mí. Escuchad mis problemas.
¿Me enfado con facilidad? ¿Me domina el orgullo? ¿Tengo mal genio? Me corrijo. ¿Me porto mal con mi familia? ¿Doy algún disgusto a mis padres? Me portaré mejor. ¿Leo algún libro, novela o revista con relatos o figuras poco decentes? No los leeré más
¿Tengo alguna amistad peligrosa? La dejaré. Mi primer amigo será siempre Jesús. ¿No hay trabajo con mis obligaciones en el estudio o en el trabajo? Los cumplé por amor de Jesús. ¿Me encomiendo a Dios? ¿Dejo por pereza mis oraciones? Las rezaré todos los días.
¿Tengo demasiada afición al juego? Jugar, pero con orden y a su debido tiempo. ¿Tengo algún defecto, del cual me ha avisado muchas veces? Procuraré enmendarme.
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