De niño, Alfredo Colato cocía huevos en los Campos Flégreos, una caldera volcánica situada cerca de Nápoles que los expertos advierten que puede entrar en erupción debido a los sismos que se repiten en esta región italiana.
Las sacudidas recientes, entre ellas una de magnitud 4,2 la semana pasada que fue la más fuerte en 40 años, sembraron la inquietud en el medio millón de personas que viven en la zona de riesgo en caso de erupción.
Alfredo Colato vive en el corazón de la región de los Campos Flégreos. De un lado, las casas dan a las tierras volcánicas. Del otro, regalan las bellas vistas del golfo de Pozzuoli.
A sus 62 años, Alfredo recuerda que él y sus amigos de infancia envolvían huevos en papel de aluminio en el cráter de la Solfatara, en medio de las bocanadas de gases volcánicos que surgían del suelo.
Desde la cresta del cráter, donde el olor a azufre es abrumador, solían contemplar el Monte Nuovo (la montaña nueva), surgido de la última erupción de 1538.
“Si los Campos Flégreos entran de nuevo en erupción, Pozzuoli caerá al mar”, se inquieta Alfredo. “Vivimos en un estado permanente de ansiedad. La gente no consigue dormir”, explica a la AFP.
El volcán, que se extiende sobre un perímetro de 15 por 12 kilómetros, presenta la típica depresión de fondo llano que queda tras una erupción.
Situada frente al mar en los confines de los municipios de Nápoles y Pozzuoli, es la caldera activa más grande de Europa.
En esta región, los Campos Flégreos están a la sombra del cercano Vesubio, cuya majestuosa silueta domina toda la bahía de Nápoles. Célebre por haber arrasado Pompeya del mapa en el año 79, su amenaza ahora es menor.
En cambio, aunque los Campos Flégreos no presenten la característica forma cónica, no deben ser subestimados. Hace 40.000 años, protagonizaron la erupción más potente de la que se tiene constancia en el Mediterráneo, que afectó el clima mundial.
Pese a ello, la región está densamente poblada desde hace miles de años por su clima templado, sus fértiles tierras y sus fuentes de agua caliente, frecuentadas en otros tiempos por los emperadores romanos.
La que era su villa de veraneo, Bayas, se encuentra ahora sumergida víctima del bradisismo, un fenómeno volcánico que eleva o hunde el suelo debido a la actividad subterránea.
Cada vez más residentes de la zona toman ansiolíticos. Hay quienes temen una evacuación forzada en caso de erupción. “Esto será el caos, estaremos en manos de Dios”, asegura con fatalismo Felice Galloro, de 78 años.
Un incremento de la actividad volcánica a comienzos de los años 1980 provocó la evacuación de 40.000 habitantes. Muchos de ellos en Pozzuoli están traumatizados todavía a día de hoy.
“Era una ciudad fantasma”, recuerda Armando Follera, de 61 años, que fue evacuado junto a su madre y pasó tres años en un alojamiento provisional.
Según el plan de urgencia de Protección Civil, la zona de riesgo está dividida en secciones, cada una de ellas hermanada a una región de Italia que acogería a los evacuados en caso de catástrofe.
Los habitantes de Pozzuoli, por ejemplo, serían trasladados a Lombardía, una rica región del norte cuya capital es Milán.
Felice Galloro dice que está “dispuesto a morir” en su casa. Para Alfredo Colato, que lo sacaran de su casa para ir al norte sería como “morir dos veces”.
En el observatorio del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología (INGV), enjambres de pequeños puntos rojos en un mapa reflejan las numerosas sacudidas de la región, incluida una de magnitud 4 el lunes.
Según Sandro de Vita, un vulcanólogo de 63 años, las sacudidas continuarán mientras los gases emitidos por el magma hagan presión en la superficie y fisuren el suelo.
Los habitantes comparan la actividad actual a la de los años 1980, cuando podía haber hasta 500 sacudidas diarias. De Vita precisa que ahora son menos fuertes.
El experto no pronostica terremotos de magnitud superior a 5, aunque estos ya pueden ser peligrosos. Los sismos causados por volcanes son habitualmente menos profundos y pueden causar más daños en la superficie.
Un escenario catastrófico, con expulsión de lava, ceniza y piedras, es improbable en un futuro próximo, considera De Vita.
Antes de que ocurra esto habrá cambios que “nos permitirán advertir en caso de erupción” inminente, afirma.
“La gente no debería tener miedo. O más bien, deberían tener miedo, pero solo cuando se lo digamos”, precisa.
(Con información de AFP)