NOTICIACRISTIANA.COM – Es importante formar nuevas generaciones formadas en Cristo como un faro de esperanza y estabilidad. La verdadera transformación social y espiritual sólo puede ocurrir cuando los niños y jóvenes son nutridos con principios y valores arraigados en la enseñanza de Cristo.

La pastora Oneida Mendoza de Contreras, en un seminario impulsado por Adme-USA, compartió reflexiones profundas sobre la importancia de tomar conciencia de nuestra identidad en Cristo y de la responsabilidad que tenemos como padres, abuelas, pastores y miembros de la iglesia en la formación de las nuevas generaciones.

En sus declaraciones, destacó la necesidad de despertar a los padres y confrontarlos con la pregunta sobre cuál es el proyecto de vida que tienen para sus hijos. Señaló que la formación de los niños es esencial y que, si no se realiza de manera intencional, las tinieblas tienen diseñado un camino para ellos. Expuso la triste realidad de ver a los niños absorbidos por la tecnología y la falta de dirección, y subrayó que es responsabilidad de los padres y pastores cambiar esa situación.

Ejemplo del rey Lemuel

Enfatizó la importancia de formar a los niños desde una edad temprana. Por lo tanto, tomó como referencia las Escrituras, citando el ejemplo del rey Lemuel y la importancia de la formación recibida de su madre. También, mencionó la exhortación de Pablo a Timoteo acerca de la fe no fingida que habitó primero en su abuela y luego en su madre.

Además, abordó la preocupación por la pérdida de jóvenes en las congregaciones. Por consiguiente, señaló que es necesario cambiar la perspectiva sobre la evangelización, destacando que cada persona debe ser luz en su entorno. Llamó a los padres a formar a los niños con principios y valores que les permitan ser ciudadanos del reino en cualquier lugar.

Generaciones arraigadas en Cristo

En conclusión, la pastora Oneida Mendoza de Contreras nos insta a asumir con seriedad y determinación la tarea de formar generaciones arraigadas en Cristo. Su apasionado llamado a despertar a padres, abuelas y pastores resuena como un eco de responsabilidad que nos impulsa a replantear nuestras prioridades en la crianza y enseñanza de los niños y jóvenes. 

Reconoce que la esperanza de transformación y luz en medio de las tinieblas radica en la transmisión fiel de la fe y principios cristianos de una generación a otra. En este desafío compartido, se vislumbra la posibilidad de un futuro donde las nuevas generaciones no solo conozcan a Cristo, sino que vivan de acuerdo con sus enseñanzas, llevando consigo la antorcha de la verdad y la esperanza a cada rincón del mundo.

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