Que proclamen los que temen al Señor: «Su gran amor perdura para siempre». Desde mi angustia clamé al Señor, y él respondió dándome libertad. El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal? Salmo 118:4-6
Señor nuestro Dios, amado Padre que estás en el cielo, te damos gracias. ¡Con cuánta frecuencia nos liberas de todo miedo y angustia! ¡Cuán a menudo nos escuchas y respondes! Concede que nuestros corazones siempre estén entusiastas y felices porque tú nos respondes. No hay nada más en este mundo para nosotros; tú eres nuestra esperanza, nuestra única esperanza. Solo tú puedes ayudar en nuestros tiempos, ayudar a las naciones y ayudar a cada persona. Nada más nos importa. Señor nuestro Dios, por el resto de nuestra vida sobre la tierra, solo tú eres nuestra ayuda, nuestro consuelo y nuestra fortaleza. Amén.