Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno». Salmo 16:1-2
Amado Padre que estás en el cielo, míranos como tus hijos, y concede que podamos sentir en ti el bien supremo por todo el tiempo y la eternidad. Aun si tenemos que negarnos a nosotros mismos y hacer grandes sacrificios, tú sigues siendo nuestro tesoro, nuestra riqueza, nuestro amor y nuestra alegría. Danos fortaleza como un pueblo reunido y listo para servirte. Concédenos tu Espíritu cada vez que no entendamos lo que debemos hacer. Abríganos siempre con tu manos, y permítenos ver tus milagros en cuerpos y almas. Porque tú eres nuestro Dios, el Todopoderoso, y tú encuentras la manera de ayudarnos en todo. Amén.