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Argentina se encuentra entre las regiones con más riesgos de sufrir olas de calor sin precedentes

La preparación implica asegurarse de que las personas puedan encontrar lugares para refrescarse y que los sistemas de atención médica puedan responder a las enfermedades relacionadas con el calor y así salvar vidas (Andina)

Cada región del mundo necesita prepararse para olas de calor sin precedentes. Así lo vienen advirtiendo los expertos que estudian el cambio climático. Una nueva investigación que acaba de publicarse en la revista Nature Communications también señaló qué lugares corren mayor riesgo de sufrir un calor récord en el futuro e instó a las personas a comenzar ahora a tomar recaudos para unos fenómenos meteorológicos que tal vez no hubieran creído posibles en el pasado.

El estudio realizado por la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, mencionó entre las áreas de “mayor riesgo” a América Central, en especial, a Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Según se deduce de los gráficos del análisis, una zona de “riesgo particular” es el noroeste de Argentina. Alertó, asimismo, sobre las consecuencias que podría tener para buena parte de Europa.

Los investigadores identificaron qué ubicaciones probablemente hayan pasado ya por estas experiencias, pero que no fueron registradas por sus débiles conteos de temperatura. También consideraron factores que hacen que ciertas comunidades sean más vulnerables que otras, como el crecimiento demográfico en auge y el acceso limitado a aire acondicionado o atención médica. Fundamentalmente, descubrieron que las comunidades que enfrentan el mayor riesgo nunca han lidiado con un calor tan extremo en el pasado. Eso significa que es posible que no estén preparadas para manejar las consecuencias, ya que los planes de respuesta de emergencia tienden a tomar forma después de que ya ha ocurrido un desastre similar.

“Todavía no han tenido motivos para adaptarse, para aprender a vivir con ello —dijo Vikki Thompson, autora principal del artículo, quien ahora es científica del clima en el Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos, pero completó el estudio como investigadora en la Universidad de Bristol—. La clave que encontramos es que cualquier parte del mundo podría experimentar una de estas olas de calor más allá de lo que actualmente se ve como posible en el registro de observación. En todas partes hay que estar preparado para ellas”.

“Hay muchas investigaciones climáticas que dicen que las olas de calor van a ocurrir con más frecuencia -concluyó Thompson. Los formuladores de políticas deben asegurarse de estar preparados para eventos más allá de lo que creemos que podría suceder” (REUTERS/Leonhard Foeger)

La chispa de este estudio fue una ola de calor de 2021 declarada como la “más extrema” registrada en América del Norte. El calor récord en el noroeste de Estados Unidos y el suroeste de Canadá ese año deformó las carreteras y provocó un aumento en las visitas al departamento de emergencias. La infraestructura local simplemente no se construyó para soportar temperaturas que se dispararon unos 20 grados centígrados más que el promedio en algunos lugares en junio. 

En la Columbia Británica, el pueblo de Lytton alcanzó los 49,6 grados Celsius, un récord para Canadá. En Seattle, una ciudad acostumbrada a un clima más fresco, muchas casas, por ejemplo, carecían de aire acondicionado. Una ola de calor tan severa habría sido “prácticamente imposible” sin el cambio climático, según descubrieron más tarde los investigadores. Por lo tanto, Thompson y sus colegas se sorprendieron al descubrir que, a pesar de lo impensado que fue ese desastre en Estados Unidos y Canadá, ya han ocurrido eventos igualmente inverosímiles en todo el mundo sin atraer tanta atención.

Thompson y su equipo estudiaron conjuntos de datos que abarcan desde 1959 hasta 2021 para medir la probabilidad de que ocurra un evento tan drástico como la ola de calor de América del Norte de 2021. Esa en particular fue más que un evento de 1 en 10.000 años, determinó el equipo de investigación. Descubrieron que las olas de calor tan extremas también han golpeado el 31% de las regiones que estudiaron, que abarcaban la mayor parte del mundo, excluyendo la Antártida y algunas áreas dispersas que carecen de datos. Los modelos climáticos sugieren que lo mismo podría ocurrir prácticamente en cualquier lugar.

Es probable que algunas zonas estén atrasadas en experimentar una ola de calor récord, ya que aún tienen que atravesar un evento más probable. La región de mayor preocupación, según el estudio, es Afganistán. Si bien la zona ya tiene veranos calurosos, algo así como un evento de 1 en 10.000 años, sería diferente a todo lo que se ha visto en la historia moderna, alcanzando potencialmente temperaturas que ponen a prueba los límites del cuerpo humano. El cambio climático a menudo se lo identifica como un multiplicador de amenazas debido a cómo puede empeorar una situación que ya es precaria.

FOTO DE ARCHIVO: El sol se eleva durante una ola de calor sobre los edificios de Londres, Reino Unido, el 11 de agosto de 2022. REUTERS/Toby Melville

Esa es una gran preocupación en Afganistán, uno de los países más pobres del mundo tras años de conflictos armados. También ha tenido que hacer frente al latigazo de una sequía severa e inundaciones repentinas, otro sello distintivo del cambio climático. Una población en rápido crecimiento exacerba los riesgos planteados por el clima extremo, incluidas temperaturas más altas que en el pasado.

Otra área que enfrenta el mayor riesgo por un calor sin precedentes, según el estudio, es América Central, particularmente Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Lo que es único aquí es que hay una brecha mayor entre los récords de temperatura establecidos en el pasado y las temperaturas máximas posibles en el futuro. Cuanto mayor sea el cambio de la norma, más difícil puede ser adaptarse. Alemania, los Países Bajos y Bélgica también están atrasados de manera similar para afrontar el calor récord proyectado que afectará a una población en crecimiento, según esta última investigación. Pero como países más prósperos, es probable que tengan más recursos para prepararse con anticipación. 

Entre las regiones que se encuentran en lo que los investigadores llamaron “riesgo particular” se encuentran el extremo oriente ruso, el noroeste de Argentina y parte del noreste de Australia.

La preparación implica asegurarse de que las personas puedan encontrar lugares para refrescarse y que los sistemas de atención médica puedan responder a las enfermedades relacionadas con el calor y así salvar vidas. “Hay muchas investigaciones climáticas que dicen que las olas de calor van a ocurrir con más frecuencia -concluyó Thompson. Los formuladores de políticas deben asegurarse de estar preparados para eventos más allá de lo que creemos que podría suceder”.

La chispa de este estudio fue una ola de calor de 2021 declarada como la “más extrema” registrada en América del Norte. El calor récord en el noroeste de Estados Unidos y el suroeste de Canadá ese año deformó las carreteras y provocó un aumento en las visitas al departamento de emergencias (AP Foto/Natacha Pisarenko)

El equipo de investigación se completó con Dann Mitchell, Gabriele C. Hegerl, Matthew Collins, Nicholas J. Leach y Julia M. Slingo.

Los estudios son abundantes en este sentido. Este mes un reporte realizado por expertos de distintos organismos gubernamentales indicó que en 2022 los aumentos en la temperatura promedio y la escasez de lluvias generaron sequías que provocaron daños en los cultivos e incendios de vegetación. “Los resultados son aterradores, tengo que decirlo, pero creo que tenemos que saber la verdad”, dijo Mauro Facchini, jefe de Observación de la Tierra en la Comisión Europea. “Cada vez se producen más fenómenos extremos en Europa. Todos podemos ser testigos de eso”, subrayó.

El calor extremo que se produjo a fines de la primavera y el verano pasado provocó condiciones peligrosas para la salud humana. En general, en Europa se observa una tendencia al alza en el número de días de verano con “fuerte” o “muy fuerte estrés térmico”, y en el sur de Europa ocurre lo mismo con el “estrés térmico extremo”. También se observa una tendencia a la baja en el número de días sin estrés térmico.

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