El martes 8 de octubre algunos padres sinodales plantearon la posibilidad de ordenar presbíteros a hombres casados en la Amazonía. Uno de ellos llegó incluso a insistir en que se permitiría que las mujeres accedan al orden sacerdotal. Ante esto algunos obispos han salido al frente a defender el celibato sacerdotal.
Entre los obispos defensores del celibato sacerdotal destacan los nombres de los cardenales Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
También lo hicieron obispos de regiones amazónicas como Mons. Vital Corbellini, Obispo de Marabá; Mons. Alberto Taveira Correa, Arzobispo de Belém do Pará; Mons. Emiliano Antonio Cisneros Martínez, Obispo de Chachapoyas; Mons. Rafael Alfonso Escudero López-Brea, Obispo Prelado de Moyobamba; y Mons. Waldo Rubén Barrionuevo Ramírez, Vicario Apostólico de Reyes.
A continuación les compartimos la intervención completa de Mons. Rafael Alfonso Escudero López-Brea, Obispo Prelado de Moyobamba:
Un desafío importante de la evangelización en la Amazonia es la carencia de sacerdotes que puedan atender a las comunidades católicas. La solución que propone el Instrumentum Laboris es la de estudiar la posibilidad de ordenar varones ancianos casados, otorgando solo la tarea de administrar los sacramentos, pero no dados nada de la tarea de enseñar y gobernar. En consecuencia se hace una separación entre el munus sanctificandi, el munus regendi y el munus docendi.
De esta manera se presenta una novedad en el plano eclesiológico, en La estructura jerárquica-sacramental que la Iglesia tiene por mandato divino. Se propone una nueva visión del Orden que no procede de la Revelación, sino de los usos culturales de los pueblos amazónicos que prevén, entre otros, “una autoridad por rotación” (IL 127), y se invita a reconsiderar la obligatoriedad del celibato. Los hombres ancianos casados ordenados supondrían una especie de sacerdocio de segunda categoría y se reduciría la identidad del sacerdote católico a una mera funcionalidad sacramental. El sacerdote, de ser pastor de la comunidad, fuente de consejo, maestro de vida cristiana, presencia cercana de Cristo, pasaría a ser un mero funcionario de Misa.
La Iglesia existe para evangelizar, nos recuerda a San Pablo VI en "Evangelii nuntiandi". La primera misión del Sínodo será ver cómo, con sumo respeto, podemos evangelizar a quienes, por no conocer a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, vivir sin respuesta a los grandes interrogantes del ser humano. No podemos olvidar que la mayoría de los habitantes de la Amazonía no son católicos: viven, por eso, privados de conocer el Amor infinito que es Jesucristo. Lo urgente es evangelizar en profundidad enviando a los mejores sacerdotes, religiosos y laicos de las diócesis y congregaciones religiosas que disponen de más agentes pastorales. Una evangelización que anuncie a Jesucristo como único salvador de los hombres, de los pueblos y las culturas, que cree comunidades donde se vive intensamente la fe católica probada.
La formación de animadores y catequistas es fundamental para mantener vivas esas comunidades hasta que puedan contar con sacerdotes propios. Los obispos y sacerdotes de la Amazonía hemos de esmerarnos más en la formación integral de los animadores y en la pastoral vocacional. Y de un pueblo evangelizado y bien formado quirúrgicamente carismas y, entre ellos, el celibato para el sacerdocio.
Hay penuria eucarística en la Amazonia y en muchos lugares del mundo, pero no faltan hoy vocaciones y sacerdotes en las diócesis y congregaciones religiosas que se forman en la sana doctrina de la Iglesia y viven una auténtica espiritualidad cristiana.
Sí existe una distribución deficiente de los sacerdotes y tenemos necesidad de dedicarnos a nuestro ministerio esencial: orar, predicar, celebrar los sacramentos y expulsar los demonios. Hay demasiados obispos y sacerdotes en las diócesis dedicadas a tareas que no le son tan propias como la administración, el profesorado, las secretarías. Es hora que nosotros, como decían ya los Apóstoles, “nos dediquemos más a la oración y la predicación de la Palabra” (Hch 6,4).