NOTICIACRISTIANA.COM – No hay nadie con tanto poder como Dios, así está demostrado en Jeremías 10:6. A través de las Escrituras, la creación del mundo es un testimonio poderoso de Dios. Asimismo, la nación de Israel en su rescate de la esclavitud, en Egipto, experimentó lo poderoso que es Dios.
El apóstol Arnold Ballesteros, en “Cristo es Vida”, explica que la liberación del pueblo de Israel, se registra por la manifestación del poder de Dios, al sacarlos de tierra de tinieblas, representado por Egipto. Asimismo, indica que en el desierto experimentaron el poder de Dios ya que de día eran cubiertos por una nube que los protegía del calor y en la noche por una columna de fuego, que los protegía del frío. Leer Salmo 105:37-42.
“En tierra de esclavitud hace presencia y ministra su poder, con juicio grande. El poder de Dios de Cristo mismo, que entra en la tierra de esclavitud que tenemos, nuestro Egipto Espiritual. Los juicios del Señor son justos, y los lleva a cabo internamente en nuestros propios corazones, para sacarnos de la tierra de esclavitud, y encontrar la plenitud en Cristo”, detalla Ballesteros. Leer Jeremías 32:20-21; Éxodo 6:6; Salmo 19:9.
Agrega que el poder de Dios derriba el viejo edificio del pecado de la inequidad que reina en nuestros corazones. En este sentido, levanta un nuevo edificio de justicia y en santidad de la verdad, que nos hace el nuevo hombre creado en Dios. El poder de Dios produce la habilidad de creer en él y de padecer por él. Leer Filipenses 1:29, 2:12.
“El día del Señor es el día de sus poderes, ese día irrumpe en nuestros corazones. Es maravilloso que podamos depender del poder de Dios, experimentar la ministración del poder en el interior. El poder de una vida indestructible, se hace notorio cuando en medio de aflicciones y angustias, ese poder queda bien marcado, como fue para Israel durante el desierto, donde lo cuestionado fue la credulidad, no el poder de Dios”, afirma Ballesteros.
El apóstol indica que el poder de Dios proveyó de todo al pueblo de Israel. Por lo tanto, el poder siempre gana terreno en aquellas personas que se someten, creen y lo reciben. Ese poder es su gracia, su cruz y la luz que obra en cada uno de nosotros. El poder no caduca porque emana de la propia fuente que es Cristo. Leer Salmo 110:2-3; 1 Tesalonicenses 2:13.
“Dios desea que su poder u obra gane terreno en nuestros corazones, que cada día Cristo se forme en nuestros corazones. El incremento de ese poder, es desde el día que se conoce la gracia de Dios. El apóstol Pablo asegura que la gracias se presentó en su verdadera esencia y se empieza a familiarizarse con ella. Entonces, la obra de Dios lleva fruto y crecimiento”, acotó Ballesteros. Leer Colosenses 1:3-6.
También, indica que debemos ser semejante a la muerte de Cristo. Es decir, ser semejantes a los pensamientos que gobernaron al Señor que eran: abnegación, humillación, rendición, despojo y entrega al padre, para que el poder de Dios se levante en nuestros corazones. Leer Colosenses 1:27, 11; Efesios 1:19 y Filipenses 2:5-8.
“Dios es bueno cuando nos permite experimentar que somos barrios y nos hace consciente de la fragilidad que tenemos. Los que experimentan el poder de Dios, pueden estar atribulados, pero no están angustiados, porque la paz de Dios está gobernando sus corazones. La vida de Jesús, se manifiesta en nuestra carne mortal y derribamos todo aquello que no tiene a Cristo, como fuente”, manifestó Ballesteros. Leer 2 Corintios 4:7.
Debemos estar sometidos a la fuerza de Dios, para hacer morir la obra de la carne o lo terrenal en nosotros. En otras palabras, despojar al viejo hombre, destruido por la fuerza de Dios, son los consejos apostólicos. Se debe experimentar la obra de la cruz, en nuestros corazones, si Cristo está en nuestra vidas, seremos manifestados con él en la gloria.
“Andemos vestidos del Señor Jesucristo y no proveer para el deseo de la carne. Cada día debemos estar sometidos al poder de Dios, de su gracia, la cruz, el evangelio, su palabra implantada en nuestros corazones”, destacó Ballesteros. Leer Gálatas 5:24; Romanos 8:13, 13:12; Colosenses 3:5.
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