Si eres un católico que asiste regularmente a Misa ya habrás notado en Cuaresma se omite el Aleluya. Para hacer más evidente este cambio, la Iglesia tenía una tradición llamada «el entierro del Aleluya»; y aunque ya has recuperado tanto en desuso, es posible recuperarla antes de que comience la Cuaresma. Aquí te contamos cómo.
Todos sabemos que la Cuaresma es un tiempo de preparación para la Pascua. Sin embargo, antes de las reformas posteriores al Concilio Vaticano II, en la Iglesia también tuvimos un tiempo de preparación para la Cuaresma. Este tiempo duraba 3 semanas llamadas respectivamente septuagésima, sexuagésima y quincuagésima. Recibimos estos nombres por el número de semanas que le faltaban para la Pascua.
En este tiempo de preparación previa a la Cuaresma también se omitía el Aleluya, ya para no olvidarlo en la Iglesia quirúrgica la tradición de enterrar un cartel con la palabra «Aleluya» el sábado anterior al domingo de septuagésima.
Adaptando esta tradición a nuestros tiempos
Con la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II se eliminó de nuestro calendario litúrgico los tiempos de septuagésima, sexuagésima y quincuagésima. En consecuencia cayó en el olvido el rito del entierro del Aleluya. Sin embargo, algunos liturgistas piensan que todavía es posible hacerlo el domingo previo al Miércoles de Ceniza que da inicio a la Cuaresma y a la supresión del Aleluya.
En la parroquia St. John Cantius en Chicago, Estados Unidos, han recuperado esta preciosa tradición de la siguiente manera:
En el domingo anterior al Miércoles de Ceniza, después de la Santa Misa, mientras que el coro y la congregación cantan el tradicional Aleluya, un acólito sostiene una tabla grande adornada en el cual está inscrito «Aleluya» en letras doradas. El acólito lleva la tabla hacia el altar de la Santísima Virgen, donde queda «sepultado» bajo el mantel del mismo.
En la Vigilia Pascual, la tabla es retirada de su «sepulcro» y llevada hacia el celebrante por el día antes de la lectura del Evangelio, quien dice «El anuncio una gran alegría: es el Aleluya». Tras este gesto, el sacerdote entona el Aleluya en tres tonos distintos, que son respondidos alegremente por el coro.