El 20 de diciembre del pasado año entró en erupción el volcán Tonga, situado en medio del Pacífico sur y cercano a la isla de Tonga. Pero fue el día 15 de enero cuando la erupción se volvió explosiva, siendo considerada la más grande de este siglo y una de las más poderosas jamás observada. Se la llegó a comparar con la potencia de 500 bombas atómicas como la de Hiroshima y llegó a inyectar gases y material particulado a más de 50 kilómetros de altura, generando ondas atmosféricas que dieron la vuelta al mundo cuatro veces en una dirección y tres en otra.
Ahora, los científicos debaten sobre si la anomalía térmica que estamos viviendo tiene relación con esta erupción. Según el estudio titulado The Hunga Tonga-Hunga Ha’apai Hydration of the Stratosphere y publicado en la revista especializada Geophysical Research Letters, los efectos del volcán podrían alterar el clima del planeta hasta el punto de calentarlo al menos durante los próximos cinco años, afectando también a la capa de ozono.
Esto se debe a que, además de expulsar materiales como gases y aerosoles, se encontraron grandes cantidades de vapor de agua, lo que podría estar incrementando el efecto invernadero. Los investigadores estiman cantidades de casi 150 millones de litros de vapor de agua, lo que equivaldría a un 10 % de toda el agua presente en la estratosfera.
Esto provoca que parte de la radiación del sol se vea reflejada hacia el espacio y no llegue a la superficie de la Tierra, por lo que se produce un enfriamiento de la estratosfera y, a su vez, un recalentamiento de la superficie terrestre, ya que el vapor de agua es un gas de efecto invernadero y retiene parte de la infrarroja que viene de la superficie.
La NASA ya publicó en verano otro informe en el que apostaba por un calentamiento adicional como consecuencia de la erupción volcánica. Pero la institución estadounidense fue más allá, sugiriendo que la anomalía térmica que se está registrando en el planeta desde comienzos de año están causadas por Tonga.
Tal y como añade National Geographic, el volcán Tonga agitó el cielo a lo largo y ancho del planeta, provocando un suave ‘tsunami atmosférico’ detectado por diversos tipos de sensores, como los barómetros integrados en estaciones meteorológicas, sensores de infrasonido o estaciones geodésicas.
Sus efectos en España
La onda expansiva llegó a España en forma de una caída de la presión atmosférica, a pesar de estar a más de 17.000 kilómetros de distancia. Los efectos de ese brusco cambio de presión se dejaron notar, por ejemplo, en Valencia o Baleares, donde el nivel del mar aumentó hasta 20 centímetros.
El tsunami provocado por la erupción, que causó enormes daños en Tonga, hizo que todas las aguas de la Tierra se tambaleasen como si de una bañera se tratase. La propagación de la onda de choque se produjo a más de 1.000 kilómetros hora a lo largo del planeta, lo que también hizo que esta se sintiera en toda la red de micrófonos de medición de la presión atmosférica del planeta.