NOTICIACRISTIANA.COM.- “Viene el tiempo en que ya no importará si adoráis al Padre en este monte o en Jerusalén. El Padre está buscando adoradores verdaderos, aquellos que lo adoran en la Verdad del Espíritu.” – Jesús en Juan 4:21-24.
El Templo donde Jesús enseñó fue destruido en el año 70 d.C. y nunca fue reconstruido. Para los judíos ortodoxos, el Templo de Jerusalén es esencial en su fe y está profundamente conectado con la venida del Mesías. El Tercer Templo es un anhelo para muchos, especialmente desde el regreso de los judíos a la «Tierra Prometida» tras la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, el Monte del Templo está bajo control musulmán, y el territorio circundante sigue siendo motivo de disputa. Esto hace del Tercer Templo un tema polémico. Pero ¿qué papel juega en la fe cristiana?
El autor Britt Mooney habla a profundidad sobre el Tercer Templo en un artículo publicado por la página Crosswalk.
La caída de Jerusalén y el primer Templo marcaron un punto de inflexión. En medio del exilio, Ezequiel tuvo una visión detallada de un Templo restaurado (Cap. 40-43). En esa visión, describe una estructura gloriosa donde la presencia de Dios habitaría nuevamente.
Años después, Esdras reconstruyó el segundo Templo en Jerusalén, pero este no se parecía al Templo visto por Ezequiel. Además, la gloria de Dios no se manifestó allí como lo había hecho en el Templo de Salomón.
Daniel, contemporáneo de Ezequiel, también mencionó la restauración del culto en Jerusalén y una figura que pervertiría la adoración (Cap. 8). Esto ocurrió antes de la edificación del segundo Templo y contiene conexiones mesiánicas que amplían su significado.
En el Nuevo Testamento, Jesús habló de su cuerpo como el Templo de Dios (Juan 2:19). Dijo que si lo destruían, lo levantaría en tres días, refiriéndose a su muerte y resurrección. También limpió el Templo de prácticas corruptas, un gesto simbólico que resaltó su propósito espiritual.
El único otro Templo mencionado en el Nuevo Testamento aparece en Apocalipsis 21. Este no es físico, sino parte de la Nueva Jerusalén, un lugar eterno donde Dios habita con su pueblo.
La respuesta no se reduce a una simple dicotomía. Jesús cumplió profecías mesiánicas sin necesidad de un trono físico o un título político. Del mismo modo, el concepto del Tercer Templo se expande más allá de una construcción literal.
El Nuevo Testamento enfatiza que Cristo edificó un Templo eterno, compuesto por su pueblo. Este Templo no es un edificio, sino la comunidad de creyentes, con Cristo como la piedra angular (Efesios 4:15-16).
Jesús declaró que el Reino de Dios no está limitado a un lugar físico (Lucas 17:21). Su muerte rasgó el velo del Templo, simbolizando el fin del antiguo sistema sacrificial (Mateo 27:51). El apóstol Pablo también afirmó que el Antiguo Pacto terminó en la cruz, abriendo paso al Nuevo Pacto (Colosenses 2:14).
Desde el Tabernáculo en el desierto hasta el Templo de Salomón, el objetivo siempre fue el mismo: un lugar donde Dios pudiera habitar entre su pueblo.
El Tabernáculo, marcado por la presencia divina, era un lugar móvil para las tribus de Israel. Posteriormente, Salomón construyó un Templo permanente en Jerusalén. Aunque magnífico, este lugar también era un símbolo de comunión y adoración.
El Segundo Templo sirvió a un propósito similar, pero careció de la manifestación visible de la gloria de Dios. Para los judíos que buscan la redención, un Tercer Templo sería una señal del cumplimiento del pacto de Dios y la llegada del Mesías.
En la fe cristiana, los creyentes son el Templo de Dios. Como comunidad, llevan la presencia divina al mundo, cumpliendo el propósito espiritual del Templo.
El apóstol Pedro describe a los cristianos como piedras vivas, unidas para formar la casa de Dios (1 Pedro 2:4-6). Esta «casa» no depende de ladrillos ni de un lugar geográfico. Es un Templo espiritual que existe dondequiera que los seguidores de Cristo estén presentes.
En Apocalipsis 21, el apóstol Juan visualiza un Templo celestial donde Dios habita con su pueblo para siempre. Esto simboliza el propósito eterno del Templo: la comunión perfecta entre Dios y su creación.
Al final, el mensaje es claro. El Tercer Templo no necesita ser físico para cumplir su propósito. Su esencia se encuentra en la relación directa y personal entre Dios y aquellos que lo buscan en espíritu y verdad.
Foto de portada: El Debate.
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