Este lunes, el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) reportó un fuerte sismo de 6,3 grados de magnitud en el noreste de Taiwán, cuya profundidad fue de 183,5 kilómetros.
Ese organismo situó como algunos lugares cercanos del sismo Hirara (en la prefectura japonesa de Okinawa), Miyakojima, Naha, Itoman y Tomigusuku (también en suelo nipón).
El viernes 15 de septiembre, Taiwan News informó que la isla fue sacudida por un sismo de 5,0, también en el noreste con una profundidad de 42,7 kilómetros. El epicentro fue 38,4 kilómetros al sur del condado de Yilan hacia las 6:34 p. m. (tiempo local). Ese medio reportó un grado de intensidad 3 en el condado de Nantou y la ciudad de Taichung.
En su momento, CNN informó sobre la posibilidad de olas de tsunami en un radio de 300 kilómetros. La fuerza de dicho fenómeno tuvo su epicentro en el municipio de Chishang. La cadena internacional citó al Servicio Geológico de Estados Unidos al afirmar que inicialmente había estimado su magnitud en 7,1.
La cadena internacional señaló que en aquella ocasión se presentaron varios hechos aislados como el descarrilamiento de un tren, lo cual dejó a una veintena de pasajeros atrapados (sin reportes de lesionados). También se informó la muerte de un trabajador, quien fue golpeado por una máquina en el condado de Hualien.
Los fenómenos y desastres naturales siguen azotando diferentes partes del planeta en cualquiera de sus formas: actividad sísmica, inundaciones, incendios u olas de calor (por mencionar algunas). Libia, en el norte africano, continúa enfrentando los efectos de la tormenta Daniel.
El residente Abdel Moneim Awad al Sheikh contó cómo vivió el impacto de las inundaciones pues, al levantarse, se encontró con que el agua estaba expandiéndose hasta arrancar las puertas de su casa en Derna.
“Me fui de casa sin llevarme nada, solo mis gafas y el teléfono móvil. Salí y vi el agua golpear las puertas de hierro como un terremoto”, dijo a AFP el hombre de 73 años.
Algunas partes de Derna (la zona más afectada), como edificios e infraestructuras, quedaron destruidas y los puentes que unían el este y el oeste de la ciudad ahora son solo un recuerdo. La mayoría de víctimas terminaron sepultadas por el lodo o arrastradas hasta el mar Mediterráneo.
Entre la casa de Abdel Moneim y el río que cruza la ciudad, “había tres o cuatro edificios”. “Ahora no hay nada, solo tierra, como si nunca hubiera habido construcciones”, continuó. El piso de su residencia está recubierto de una capa de tierra seca. Las ventanas están destrozadas y las paredes resultaron llenas de grietas.
Abdel Moneim recordó que luego de unos 15 minutos, “mi hijo gritó para decir que otra ola llegaba y que era mucho mayor que la primera, de unos 20 metros de alto”.
*Con información de AFP.
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