El norte de China está atravesando una ola de calor más que considerable (con humedades relativas que hacen que la sensación térmica se dispare), la costa pacífica de Sudamérica vive temperaturas históricas de la mano de El Niño y ya hay al menos tres países que han alcanzado los 50 grados este 2023.
Pero si queremos ver un fenómeno realmente inédito en la historia climática reciente… tenemos que irnos a Irán.
¿Irán? Y es que, según el climatólogo Maximiliano Herrera, Irán (y presumible Afganistán, aunque los datos allí son peores) lleva días en medio de una ola de calor en altitud realmente sorprendente. Hablamos de noches por encima de los 35 grados y días en torno a los 50 a 1.000 metros sobre el nivel del mar; hablamos de 30 y 43 a altitudes de 1.500.
44,6C en Nehbandan a 1.211 msnm ó 49,4 en Zabol a 920. Para hacernos una idea de lo que estamos hablando: el récord de temperaturas de Ávila (1.132 metros) fue en 1995 y los termómetros marcaron 37,9. Las zonas montañosas de Irán y Afganistán llevan con temperaturas superiores días.
No es que sea una novedad. Pero impresiona verlo en vivo y en directo. “La cantidad de fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos está aumentando, y esos episodios serán más frecuentes y graves en muchas partes del mundo como consecuencia del cambio climático”, explicaba Petterie Taalas, Secretario General de la OMM en 2022.
“Eso significa más olas de calor, sequías e incendios forestales. Hay más vapor de agua en la atmósfera y eso exacerba las lluvias extremas e inundaciones mortales. Además, el calentamiento de los océanos ha modificado tanto la frecuencia de las tormentas tropicales más intensas como la zona en la que se producen”.
Los datos hablan por sí solos. En un informe de la propia OMM se demostraba con claridad que los “desastres relacionados con el clima” han aumentado desde los años 70: se han multiplicado por cinco a lo largo de las últimas cinco décadas.
Mientras en los años 80 se registraron 1.400 incidentes (que incluyen fenómenos meteorológicos, climáticos e hídricos extremos) y en los 90, algo más de 2.200, en la primera década del siglo XXI se alcanzaron los 3.500 y durante la última, la que abarca de 2010 a 2019, ya se rozaron los 3.200.
Evidentemente, ese incremento está relacionado (en parte) con la mejora de nuestra capacidad para identificarlos, pero no solo. Para la OMM, el factor decisivo de este crecimiento sostenido es la influencia de la humanidad en el clima, en el calentamiento de los océanos o las olas de calor.
Menos víctimas, pero muchas incógnitas. Es verdad que hemos mejorado nuestra capacidad de controlar su impacto y de más de 50.000 muertos en la década de 1970 hemos pasado a menos de 20.000 en la de 2010. Pero, en la medida en que los eventos se vuelven más extremos, las cifras siguen batiendo récords y eso, comprensiblemente, supone un límite físico para muchos sistemas (sobre todo los relacionados con la agricultura).
En este sentido, teniendo en cuenta la estrecha relación entre las zonas de cultivo de pistachos y las zonas afectadas por la ola de calor, habrá que ver cómo evoluciona el precio de este fruto seco en los próximos meses y años.
Y no ‘solo’ es una cuestión global. Hace un par de años, un equipo de la Universidad de Santiago de Compostela investigó si las olas de calor se estaban haciendo más frecuentes en la península Ibérica y la respuesta era rotunda: sí. Más intensas, más frecuentes, más largas y más amplias.
¿Cómo nos afecta? Directamente, no nos afecta demasiado. Sin embargo, es cierto que nos enfrenta a la idea de que el tiempo está cambiando mucho y no va a ser nada fácil adaptarnos a esos cambios. Entre otras cosas, porque no sabemos cuáles van a ser hasta que nos demos de bruces con ellos.
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Imagen | ECMWF