En mi escritorio hay una mezcla de libros de teología práctica de mediados de siglo en formato de bolsillo con portadas poco atractivas, junto con traducciones de tapa dura más imponentes, con los nombres de famosos teólogos medievales estampados en letras doradas a lo largo del lomo. Todos son trabajos de una escritora que usa el seudónimo plume “Una religiosa de CSMV (Community of St. Mary the Virgin)”. He reunido esta pila de rincones de internet, libros usados y la colección de un fallecido párroco Ninguna de las obras originales del autor, y solo algunas de sus traducciones, permanecen a la venta.
Desde 1930 hasta 1970, “Una religiosa de CSMV” tradujo más de veinticinco obras de teología clásica, en particular en figuras monásticas de los siglos XII y XIII. Escribió más de cincuenta reseñas de libros para varias publicaciones, interactuando con Karl Rahner, Étienne Gilson, Joseph Ratzinger y muchos más. Ella escribió poesía y obras de teatro. Además, escribió más de treinta libros y folletos propios. También fue, y esa es la razón por la que es famosa en nuestros días, una de las principales corresponsales de C.S. Lewis.
Tal vez, usted se ha encontrado con una de sus traducciones sin saberlo.
Stephen Zhang, La hermana Penelopé, acuarela sobre papel, 2024.
En 1944, se publicó una nueva traducción de San Atanasio De Incarnatione Verbi Dei. Tenía una encantadora introducción del propio Lewis, “On Reading Old Books”, que se volvió a publicar de manera frecuente como un ensayo independiente. “El único paliativo” a la ceguera de nuestro propio tiempo, cualquiera que sea el tiempo en el que estamos, “se trata de mantener la fresca brisa marina de los siglos soplando a través de nuestras mentes, y esto solo se puede hacer leyendo libros antiguos”, dice Lewis. Esta particular brisa fresca de San Atanasio, fue traducida al inglés por nadie más que “una religiosa de CSMV”, la hermana Penélope.
La hermana Penélope prefería otra metáfora: con frecuencia recurría al viejo cliché de que podemos tener dificultades para “ver el bosque por los árboles”. Los árboles de nuestro cristianismo actual, para la hermana Penélope, incluyen nuestros intentos de leer y comprender pasajes bíblicos difíciles de manera aislada y nuestras disputas culturales y políticas, a veces tontas y a veces —cuando se convierten en odio— devastadoras.
No es que estas cosas no tengan importancia. Pero como la hermana Penélope les recuerda a los lectores, son a lo sumo arboledas en un bosque antiguo que se extiende desde hace miles de años atrás, y hacia una gloria infinita más adelante. Solo se puede obtener una vista panorámica del gran bosque, de su vasto y antiguo esplendor, sus retoños que crecen en los lugares quemados, de los valles ocultos que albergan pequeñas criaturas, y de los picos cargados de águilas, elevándose sobre los árboles y luego regresando al lugar donde hemos sido llamados para vivir y trabajar dentro de ese bosque. La hermana Penélope logra su visión expansiva mediante la lectura de las Escrituras dentro del contexto de la historia, la teología y el descubrimiento científico. Nos enseña la práctica de la expectativa cristiana: aprender a reconocer la evolución constante entre el pueblo de Dios y la Palabra de Dios llena del Espíritu, que se extiende más allá de la muerte misma.
Cartas de la hermana Penelope, 1965. Imagen gentileza del doctor Paul M Pearson, Director y Archivista, Thomas Merton Center, Bellarmine University. Usado con permiso.
En The Coming of the Lord, la hermana Penélope escribe: “La expectativa es un deber cristiano, nunca ha sido más urgente que hoy en día, y nunca más descuidada”. Este delgado volumen se publicó en los oscuros días de 1953: un año aterrador que presenció el desarrollo de la primera bomba de hidrógeno por parte de la Unión Soviética, nueve meses después de Estados Unidos. No obstante, el llamado de la hermana Penélope a la expectativa cristiana no es una advertencia apocalíptica. Al contrario, ella recurre a San Bernardo de Claraval (ca. 1090-1153), quien reflexiona que el cuerpo humano es erguido a imagen del alma. Debido a que nosotros, las criaturas humanas, nos paramos en dos pies en vez de cuatro, podemos contemplar más allá el mundo. Inspirada por las observaciones de Bernardo, la hermana Penélope descompone la palabra expectativa. “Ex”, en su sentido latino antiguo, significa “fuera de”, “desde fuera”, mientras que “spectare” significa “mirar” u “observar”; por lo tanto, la hermana sostiene que, “Ex-pectativa”, en su sentido literal, es un ejercicio específicamente humano, algo tan propio y peculiar del hombre como lo son la facultad del habla y el uso creativo de sus manos”. La vocación humana de la ex-pectación implica mirar fuera de uno mismo para ver. Observar, investigar, prever o imaginar, presenciar y reconocer.
Estamos familiarizados con el aspecto prospectivo de la expectativa: esperamos la venida de Cristo y la resurrección general. Sin embargo, esta palabra también significa voltearse y mirar hacia atrás, hacia los patrones de la historia y las Escrituras que nos ayudan a interpretar nuestro presente. Esto ilumina nuestra mirada hacia el futuro, ya que reconocemos el movimiento del Espíritu Santo y los llamados a la acción en nuestro tiempo y lugar. El arte cristiano de la expectativa es mejor al reconocer el gran arco de la historia cristiana.
Este deseo de ver y ser vista más allá de los árboles de las circunstancias presentes empezó muy temprano para la hermana Penélope. Ruth Penélope Lawson nació el 20 de marzo de 1890, hija de Frederick y Laura Lawson. En su libro Meditations of a Caterpillar, ella narra que cuando tenía dos años e iba a la ciudad con su niñera, desde la vicaría donde su padre servía. Penélope, en el cochecito, esperaba desesperadamente que su niñera girara a la derecha en el cruce, hacia la tienda de la señora Skelding, quien con frecuencia le regalaba una galleta. Más importante aún, la señora Skelding siempre miraba a Penélope con alegría.
Penélope era considerada una niña traviesa. Pero para la señora Skelding “era buena, siempre y en todo aspecto, y al descubrir que ella pensaba así de mí, me mostró a Dios”. Para la hermana Penélope, el rostro envejecido y radiante de la señora Skelding era un retrato de la justificación por la fe. Dios nos ve en Cristo y “nos ve como si ya fuéramos como Cristo… Y esa fe de Dios en nosotros es la fuerza creativa que actualiza gradualmente la bondad que Él pretende y, en cierto sentido, atribuye”.
De joven, siguió a una amada maestra, Alice Ottley, hacia el anglocatolicismo. Penélope entró a la primera orden religiosa anglicana formada desde las reformas de Enrique VIII, el Convento de la Comunidad de la Santa María la Virgen en Wantage (de ahí la sigla CSMV). Ella fue profesora allí a principios de 1915, y poco tiempo después fue enviada a Oxford para recibir la certificación como maestra de teología. Mientras se encontraba allí, floreció su amor por el hebreo, el griego y el latín. Sus traducciones desde el latín, destinadas tanto a laicos como a académicos, siguen siendo claras y hermosas.
Este estudio llevó a la hermana Penélope a su obra más importante: la invitación a disfrutar la Biblia. En este disfrute, como señala en The Wood, uno debe recurrir a todos los recursos disponibles: “Estudiar la Biblia asilada de otras ramas del conocimiento humano como la historia y la ciencia, es como estudiar una planta fuera de su medio ambiente…y, por tanto, perder el significado cósmico del cristianismo”. Este es un camino bien transitado de atención que la hermana Penélope recorre en casi todos sus escritos. Suele comenzar con breves instrucciones sobre la lectura de la Biblia, pasa al Antiguo Testamento, serpentea hacia el Nuevo Testamento y anticipa la vida del mundo venidero, incorporando su amplio conocimiento de los idiomas y los relevantes descubrimientos históricos, científicos y arqueológicos de su época.
El convento de la Comunidad de Santa María Vírgen en Wantage. Fotografía cortesía de CSMV.
The Wood, su libro de mayor éxito comercial, fue inicialmente publicado en 1935 y fue revisado y reeditado hasta la década de 1970. Sigue este camino mientras medita sobre la forma global de la historia cristiana. Al igual que la mujer del pozo en Juan 4, que descubre quién es Cristo a través de un proceso, de extraño a profeta judío, a Mesías, a Salvador del mundo; la revelación de la verdad se expande lentamente y con mucho trabajo, conversaciones y error humano. Todavía estamos en esta iglesia viva, por lo tanto, debemos prestar atención a la obra continua del Espíritu Santo: “Las necesidades de los hombres varían según el lugar, la raza y el tiempo, y la tienda de donde Dios saca sus tesoros, nuevos y viejos, es inagotable”.
Con mucha frecuencia estos tesoros son los propios humanos. En su introducción del libro On the Incarnation, escrito por San Atanasio, la hermana Penélope escribe que el tratado “no es especulativo, no es original… ni siquiera controversial”. Es tan solo una “declaración de la fe tradicional” de la iglesia. “En cierto sentido, no hay nada de Atanasio en él, puesto que la maravilla del misterio llena toda la imagen y no deja espacio para que el autor interfiera. Sin embargo, como una verdadera paradoja cristiana, todo su ser está en él, y es a través de su personalidad que la verdad dinámica nos es mediada.
La obra de la hermana Penélope se podría describir de forma similar. Su yo oculto, escondido en el convento y detrás de ella su seudónimo, es el medio que utiliza para dirigir insistentemente a los lectores de vuelta a las Escrituras y a la visión del bosque, para que tengan el panorama general. En su escondite, ninguna de las obras de la hermana Penélope es llamativa, aunque están bien escritas. Sus metáforas son perspicaces pero sencillas. En su correspondencia, C.S. Lewis le daba algunas recomendaciones de estilo, y ella le aconsejaba sobre teología. Existen pocos dichos ingeniosos que puedan extraerse de un párrafo: el tipo que instintivamente busco cuando escribo un ensayo como éste, el tipo en el que Lewis mismo sobresalía. Por el contrario, la hermana Penélope construye. Es en la acumulación, en las conexiones que uno empieza a esperar y reconocer. Debido a esto, sus libros pueden resultar algo repetitivos.
Sin embargo, como bien sabían los amados escritores medievales de la hermana Penélope, uno repite porque el mensaje es tan crucial que merece ser repetido, tan profundo que merece ser explorado. Rechazar la repetición en favor de la pura novedad es peligroso para el proceso de aprender sobre quiénes somos y quién es Dios.
Dentro de este hábito de repetir —declarar, volver, expandir, fortalecer y mirar de nuevo— la hermana Penélope se asemeja a una artesana medieval. Uno vuelve al proyecto especial, ya sea en azulejos o carpintería, dentro del gran proyecto de construcción de la catedral. El trabajo siempre está dirigido hacia un propósito, incluso si nunca se completa en una vida. Hacer vitrales requiere de herramientas de la ciudad terrenal para expresar el fin de todas las cosas: la realidad de la ciudad de Dios.
Por todo ello, es su único trabajo, el que los artesanos dan con amor a la construcción de la catedral. San Atanasio se esconde y, al esconderse, paradójicamente entrega todo su ser. Pocas partes del proyecto de la hermana Penélope se sienten más extrañas que su artesanía oculta, en esta época de las redes sociales y la celebridad cristiana. Ella no tiene un yo público que engrandecer; simplemente, hace el trabajo que se le asignó.
“El desconcertante desconocimiento de la vida más allá de la tumba, se encierra rápidamente dentro de la única certeza suprema y trascendente: para el miembro de Cristo, morir es estar con Cristo y conocer tal como él es conocido”. —Hna Penelope Lawson
Algunas veces, esta simplicidad le da una gracia especial al proyecto de la hermana Penélope. Es muy difícil escribir acerca de los últimos tiempos. La especulación sobre la segunda venida está a menudo teñida de ego; las fantasías de raptos y las agonías de los enemigos o, simplemente, la deliciosa idea de que siempre tuvimos la razón y ahora todo el mundo lo sabe. Sin embargo, como cristianos estamos llamados a esperar el regreso de Cristo y dejar que esa esperanza y anhelo moldeen nuestro discernimiento de lo que el tiempo presente exige.
La hermana Penélope es una de las escritoras con más claridad que he leído acerca del juicio final. Se detiene en la inexorable insistencia de que somos reconocidos como seguidores de Jesús por nuestro amor. Ella escribe que el juicio final es “la manifestación de la realidad con relación al alma de cada persona”. En esta “iluminación del mundo”, Jesús el juez es tanto “la luz que inunda como el estándar en relación con todos los valores que se ven a partir de ahora”. Y también, “lo que lo decide es el amor, y la luz que hace que se manifieste es el amor; no es menos terrible por eso”.
Cuando la hermana Penélope tenía unos setenta años, se le invitó a que escribiera Meditations of a Caterpillar, la mirada más cercana que tenemos de su anticipado gozo de la vida de resurrección de la mariposa. El gozo le era familiar: una hermana anciana le dijo a Walter Hooper, un estudioso de la obra de C.S. Lewis, que la hermana Penélope siempre había sido una niña en su corazón. Ella insistía en que desarrollar el sentido del humor es esencial para ser cristiano. En sus últimos años, cuidó de los patos en Wantage, a los que graciosamente llamaba por nombres de santos. Anselmo, Policarpo y otros nadaban en el estanque bajo su cuidado. Enfrentó su inminente muerte con la misma alegría y buen humor. La hermana Penélope Lawson murió en Wantage el 15 de mayo de 1977.
El trabajo de expectativa de la hermana Penélope se volvió más conmovedor en su vejez. Cada persona vive “en una caja, alejada de sus semejantes”. Estas palabras parecen casi proféticas en la era de la comunión por internet y el extremismo partidista. Ella escribe: “El verdadero compañerismo y la comprensión mutua se logran solo parcialmente…, incluso los cristianos practicantes pueden vivir codo con codo durante años, pero nunca llegan a ser realmente cercanos. Todos creamos más o menos barreras unos contra otros; y hay muy pocos con quienes nos atrevemos a llevar nuestra alma, por así decirlo, en la manga”.
No obstante, lo que esperamos es bastante diferente: una transparencia resplandeciente de nuestros Yos, antes opacos, una unidad con apóstoles, padres, madres, amigos, santos y desconocidos. Ella escribe: “Cuando los tres apóstoles vieron a Moisés y a Elías transfigurados con nuestro Señor, supieron espontáneamente quiénes eran, aunque nunca los habían visto en la carne. Si Dios en su misericordia alguna vez me permitiera ver a San Atanasio o San Bernardo, o a cualquiera de los otros a quienes he llegado a venerar y amar a través de mis intentos de traducir sus obras, ¿los conocería de la misma manera?”
La hermana escribe: “[Todo] el desconcertante desconocimiento de la vida más allá de la tumba, se encierra rápidamente dentro de la única certeza suprema y trascendente: para el miembro de Cristo, morir es estar con Cristo y conocer tal como él es conocido”.
Todos estamos llamados a conocer y ser conocidos, a ver y ser vistos, en nuestro cuerpo que muere y vive de nuevo, dentro del único cuerpo que primero murió y resucitó.
Desde la mirada llena de amor de la Sra. Skelding hasta la propia mirada de amor de la hermana Penélope sobre sus amados hermanos a quienes tradujo, llegamos al final de la expectativa. Conocer y ser conocido en Cristo es el trabajo continuo de la hermana Penélope.
Me gusta pensar que la conoceré de esta manera, en la familiaridad milagrosa de la Transfiguración.
A medida que nos enfrentamos a la oscuridad de nuestro tiempo presente, deberíamos atender el llamado de la hermana Penélope. Expectación: disfruta de la Biblia, un mapa del gran bosque, discernimiento que el tiempo presente exige a la luz de la vela del testimonio continuo del pasado, y la esperanza resplandeciente del futuro. No son los famosos y poderosos quienes mejor realizan este trabajo; todos estamos llamados a conocer y ser conocidos, a ver y ser vistos, en nuestro cuerpo que muere y vive de nuevo, dentro del único cuerpo que primero murió y resucitó. Anticipar y dar testimonio de este cuerpo una y otra vez, reconocerlo por lo que es, es el trabajo de toda una vida.
Traducción de Clara Beltrán
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