La Navidad se ha comercializado a tal punto que en estos días se habla muy poco de nacimiento de Jesús y en su lugar se presenta a Papa Noel / Santa Clau / San Nicolás como la verdadera estrella de la fiesta. Por supuesto, esto con el fin de hacernos gastar más de lo que deberíamos.
Lo curioso es el «Papa Noel» que hoy nos muestra en centros comerciales, historias y películas no tiene nada que ver con el verdadero San Nicolás que dio origen a este personaje. Y como estoy seguro que no diez contarán en la televisión quién fue realmente San Nicolás, aquí te contaré su verdadera historia.
El verdadero San Nicolás
San Nicolás fue un obispo católico nacido de una familia acomodada en Mira (actual Turquía) cerca del año 280. Siempre se destacó por su amor a los más necesitados. Por ejemplo, cuando era adolescente una peste azotó su pueblo, así que decidió repartir sus bienes entre los más necesarios. Luego de eso, tuvo que mudarse con su tío y se ordenó sacerdote a los 19 años. Al morir su tío, Nicolás tomo su lugar como obispo de Mira.
Una santa bofetada
En el año 320 surgió un sacerdote llamado Arrio quien negaba la divinidad de Jesucristo. Esto por supuesto enfureció a más de un obispo católico, incluidos a San Nicolás, quienes decidieron reunirse para excomulgar al hereje sacerdote. Al enetrarse de esto, Arrio viajó a Egipto para seguir propagando su error y buscar el apoyo de otros obispos.
Para el año 325 la confusión que había generado Arrio era tan grande, que había tenido que tratar ese tema en el Concilio de Nicea. Se cuenta que en aquel concilio Arrio tuvo la oportunidad de exponer su posición para ser atendido por los asistentes.
Lo curioso es que San Nicolás se indignó tanto con las herejías proferidas por Arrio que no dudó en darle una bofetada delante de todos. Como no podría ser de otra manera, San Nicolás fue rápidamente detenido y encarcelado por no saber mantener el control.
Un perdón divino
Según la tradición, en su celda San Nicolás fue visitado por Nuestro Señor quien le preguntó «¿Por qué estás aquí?», A lo que San Nicolás respondió «porque te amo, mi Dios y mi Señor». Al ver el gran amor que le tenía, el Señor le regaló a San Nicolás un ejemplar de los Evangelios. Como si fuera poco, la Santísima Virgen también lo visitó y colocó sobre sus hombros el palio de los obispos.
Desde entonces es normal que en las representaciones del santo aparezcan en las esquinas Nuestro Señor entregándole a Evangelios y la Virgen con su palio.
No sé ustedes, pero para mi historia tiene más de navideña que la de un gordito bonachón tomando Coca-Cola en un trineo volador.