En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas. Filipenses 3:20-21
Señor nuestro Dios, llévanos cerca de ti. Acércanos a la quietud de tu presencia, donde algo puede pasar en nosotros y en nuestro corazón. Ayúdanos a discernir tu reino en nuestros espíritus y nuestro derredor, para vivir en él. Entonces nuestra vida será como en el cielo, donde no necesitamos preocuparnos ni atormentarnos, donde tu poder es todo para nosotros, penetrando nuestra vida terrenal, que tanto nos agobia. Te damos gracias por preparar un camino de fortaleza, lleno de poder para mantenernos firmemente, para que incluso al tropezar no nos desviemos de la meta. Te damos gracias por todo el bien que viene de ti, que no podemos ver en las cosas terrenales, pero que puede inundar nuestros corazones con tanta fuerza y poder inspirador. Amén.
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