El Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. Romanos 8:15b-17
Señor nuestro Dios, Padre de todos nosotros, concédenos saber algo de ti en nuestro corazón. Cada uno de nosotros es diferente, con necesidades distintas, pero todos somos tus hijos y todos debemos volvernos hijos de tu Espíritu. Entonces, incluso en las dificultades de la vida, en muchas luchas, tentaciones y tristezas, podemos mantener nuestra valentía y permanecer en el Espíritu, quien es victorioso en cada área de la vida. Protégenos y fortalécenos en todos nuestros caminos. Te alabamos por todo lo que has hecho y por toda la ayuda que nos has dado. Amén.
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