¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía! El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Salmo 18:1-2
Señor nuestro Dios, te damos gracias por las tantas veces que nos hemos sentido cerca de ti. Te agradecemos por estar cerca de nosotros y por fortalecer a los débiles. Acuérdate de nosotros y danos a cada uno la ayuda necesaria para ser fieles a tu llamado. Acuérdate de toda la humanidad y concede que avancemos en espíritu y en verdad. Da nueva luz a los pueblos que todavía están en gran oscuridad. Que al final se revele tu reino y tu señorío, y tu nombre sea honrado por todos. Amén.
“¿O eres calvinista o eres arminiano? Solo puedes ser uno o el otro” …
¿Qué hay de la Predestinación? “Los calvinistas usan nuestras mismas palabras pero con diferentes…
Puedo transformar todo en bien Y así nuestro buen Señor contestó a todas las preguntas…
“El conocimiento empieza con el asombro.” —Socrates “A lo largo de mi vida, los nuevos…
En una reunión informativa en la Oficina de Fe de la Casa Blanca, pastores y…
Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca,…