Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. Pues así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo. 2 Corintios 1:3-5
Señor nuestro Dios, Padre compasivo y Dios de toda consolación, quien nos alienta y fortalece en toda aflicción, te damos gracias por convertir nuestro sufrimiento en senda de vida, para que seamos agradecidos y confiados en todo. Tú puedes cambiar lo que para nosotros es lo más difícil, en lo que es mejor para nosotros. Alabado sea tu nombre por abrirnos camino en medio del pecado y la muerte. Alabado sea tu nombre, porque nos has mostrado un camino en medio de toda maldad, un camino que es bendito. Amén.
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