Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: «¡Efatá!» (que significa: ¡Ábrete!). Con esto, se le abrieron los oídos al hombre, se le destrabó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Marcos 7:34-35
Padre que estás en el cielo, las personas en la tierra somos pobres y necesitados. Estamos sordos y mudos, pero tú nos animas cada día y nos dices: «¡Efatá!». Por ello te damos gracias con alegría por todo lo que haces para nuestro bien. Ayúdanos a estar unidos en la expectación del gran día, cuando vendrá nuestro Señor Jesucristo, cuando delante de toda la humanidad se demostrará que es tu Hijo, el Salvador, en quien tú, el Todopoderoso, vino a encontrarse con nosotros. Por medio de él dices otra vez: «¡Que haya luz! ¡Que haya vida! Que la vida sea liberada de las tinieblas de la muerte, para que Jesús venga como el Salvador de todos, el Salvador incluso de quienes aún están en la más profunda oscuridad». Oh Padre celestial, alabado sea tu nombre. Amén.