(CNN) — Cuando la empresa estadounidense Make Sunsets lanzó el año pasado dos globos meteorológicos sobre la península mexicana de Baja California, se desató un intenso debate sobre una de las soluciones climáticas más controvertidas del mundo.
El plan consistía en que los globos, llenos de helio y una pequeña cantidad de dióxido de azufre, flotaran en la estratosfera. Allí estallarían, dispersando su carga de partículas de dióxido de azufre que reflejan el Sol y enfriando la Tierra, solo un poquito.
Algunos lo consideraron un truco. No está claro si realmente se liberaron partículas, ni siquiera si los globos llegaron a la estratosfera. Pero el experimento de Make Sunsets es significativo por cruzar un umbral en lo que se refiere a una solución climática muy debatida: la geoingeniería solar.
Para sus partidarios, la geoingeniería solar es una solución que no podemos ignorar mientras el mundo se precipita hacia el desastre climático. Para sus críticos, es una tecnología tan peligrosa que ni siquiera deberíamos investigarla.
En su forma más simple, la geoingeniería solar, también conocida como gestión de la radiación solar, es un intento de reducir la temperatura del planeta reflejando la luz solar o permitiendo que escape más calor al espacio.
Existen tres técnicas principales:
El aclaramiento de nubes marinas consiste en intentar que las nubes bajas sobre el océano sean más reflectantes rociándolas con sal marina.
El adelgazamiento de los cirros se centra en las nubes más altas de la atmósfera, sembrándolas con partículas de aerosol en un intento de adelgazarlas para que atrapen menos calor.
Pero el método más estudiado es la inyección de aerosoles estratosféricos. Consiste en rociar aerosoles -como partículas de dióxido de azufre- en la estratosfera, a más de 17 kilómetros por encima de la superficie terrestre, para que reflejen la luz solar en el espacio. Podría hacerse con globos o aviones especializados capaces de volar a gran altitud.
La idea se inspira en los volcanes. Cuando el Monte Pinatubo entró en erupción en Filipinas en 1991, el dióxido de azufre que expulsó a la atmósfera tuvo el efecto de enfriar temporalmente el planeta en 0,5 grados Celsius (casi 1 grado Fahrenheit).
La idea lleva rondando desde los años sesenta, pero está recibiendo más atención porque los avances en la lucha contra el cambio climático van a un ritmo muy lento.
El mundo está en camino de superar umbrales críticos de calentamiento, más allá de los cuales aumentan drásticamente las probabilidades de inundaciones extremas, sequías, incendios forestales y escasez de alimentos.
Los científicos han llegado incluso a proponer soplar polvo lunar hacia la Tierra para que actúe como un escudo solar, reduciendo la cantidad de luz del sol que llega al planeta.
“¡Ojalá no existiera la geoingeniería!”. dijo Luke Iseman, fundador de Make Sunsets, a CNN en un correo electrónico. Pero “no hay otras opciones realistas para mantenernos por debajo de los 2 (grados centígrados)”, añadió.
Aunque prácticamente nadie afirma que la geoingeniería solar pueda reemplazar los recortes de contaminación que calientan el planeta y resolver el cambio climático, sus partidarios argumentan que podría tener un gran efecto de enfriamiento planetario por un precio relativamente pequeño. Un estudio de Harvard de 2018 estimó que costaría alrededor de US$ 2.250 millones al año durante un periodo de 15 años.
El mundo necesita reducir las emisiones, “sin duda”, declaró a CNN David Keith, profesor de Física Aplicada y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard. Pero eso no significa que podamos permitirnos ignorar otras soluciones climáticas, añadió.
“No digo que tengamos que hacer geoingeniería solar, pero creo que merece la pena considerar todas las herramientas”, afirmó.
Chris Field, director del Stanford Woods Institute for the Environment, dijo a CNN que hay buenas razones para ser escépticos con respecto a la geoingeniería solar. Pero si “puede ofrecer una vía para reducir el impacto del cambio climático en millones de personas (y ecosistemas) más vulnerables del mundo, tenemos la responsabilidad de explorar las oportunidades, así como los riesgos”.
Para algunos de los países de mayor riesgo, incluidas las naciones insulares de baja altitud, el cambio climático ya amenaza su existencia. Una encuesta realizada en 2019 a más de 700 expertos en clima reveló que aquellos que preveían graves daños climáticos en sus propios países eran más partidarios de la geoingeniería solar.
A los ojos de sus oponentes, la tecnología podría abrir la puerta a un número casi infinito de posibles consecuencias negativas.
“El hecho de que estemos desesperados no convierte de repente la geoingeniería solar en una buena idea, porque los riesgos son inmensos”, declaró a la CNN Lili Fuhr, del Centro de Derecho Ambiental Internacional.
Se teme que la manipulación del termostato del planeta pueda alterar el régimen de lluvias y modificar los monzones, con consecuencias potencialmente devastadoras para los cultivos.
Los efectos podrían variar de una región a otra, y algunas zonas se beneficiarían mientras otras se verían perjudicadas, lo que aumentaría las posibilidades de conflicto.
“Cuando las cosas van mal, los más perjudicados suelen ser los pobres”, afirma Chukwumerije Okereke, profesor de Clima Global y Gobernanza Medioambiental de la Universidad Federal Alex Ekwueme de Nigeria.
Según Okereke, ya se está sugiriendo a los países africanos como campo de pruebas de estas tecnologías. “Es una distracción del tipo de políticas y ayudas que deberían llegar a África”.
La geoingeniería solar también podría dañar la capa de ozono, que protege a la Tierra de los dañinos rayos ultravioleta, y que actualmente está en vías de repararse tras el éxito de la prohibición de los productos químicos que agotan la capa de ozono.
Además, están las dificultades de aplicación.
Como las partículas de aerosol no suelen permanecer en la atmósfera más de un año, la geoingeniería solar tendría que mantenerse continuamente. Si se interrumpe, existe el riesgo de que se produzca un “choque de terminación” que desate todo el calentamiento acumulado “esperando entre bastidores, listo para abofetear a la Tierra”, declaró a CNN Raymond Pierrehumbert, profesor de Física de la Universidad de Oxford.
Frank Biermann, catedrático de Gobernanza de la Sostenibilidad Global de la Universidad de Utrecht (Países Bajos), explicó a CNN que también sería necesaria una cooperación internacional sin precedentes. “Significaría que los países tendrían que colaborar para siempre”, afirmó, incluidos los que actualmente están en guerra.
Una de las mayores críticas a la geoingeniería solar es que podría ser aprovechada por los contaminadores como una forma de seguir contaminando, y por los gobiernos como una distracción de las políticas para reducir la contaminación que calienta el planeta.
En 2021, un grupo de casi 400 científicos pidió un “acuerdo internacional de no uso”, un compromiso para restringir el desarrollo de la geoingeniería solar “antes de que sea demasiado tarde”.
Según Biermann, los gobiernos deberían considerar la geoingeniería solar del mismo modo que las armas químicas, las armas biológicas, las pruebas nucleares y la minería en el Ártico.
Ha habido una oleada de interés en la tecnología, especialmente en Estados Unidos.
En 2019, el Congreso asignó US$ 4 millones a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica para la investigación estratosférica, parte de los cuales se destinaron a la geoingeniería solar. Y el año pasado, el gobierno de Biden anunció un plan de investigación de cinco años para explorar el concepto.
Un informe de 2021 de la Academia Nacional de Ciencias pedía que Estados Unidos destinara hasta 200 millones de dólares a un programa de investigación para comprender mejor la geoingeniería solar, incluida su viabilidad, sus repercusiones en la sociedad y el medio ambiente y la percepción pública.
Las organizaciones de investigación también están aportando fondos. En febrero, Degrees Initiative, con sede en el Reino Unido, anunció que destinaría US$ 900.000 a la investigación en países de África, Asia y Sudamérica para estudiar cómo podría afectar esta tecnología al hemisferio sur.
Hasta ahora, los experimentos al aire libre han sido difíciles de poner en marcha y se han enfrentado a una fuerte resistencia.
Un intento de los investigadores de la Universidad de Harvard de probar un globo a gran altitud en la Suecia ártica en 2021 fue abandonado tras la protesta de la población indígena sami. Una carta en nombre del Consejo Sami decía que la geoingeniería solar “conlleva riesgos de consecuencias catastróficas”.
Y tras el lanzamiento del globo de Make Sunset, el gobierno mexicano anunció en enero que prohibiría los experimentos de geoingeniería solar.
A medida que el mundo se calienta y la geoingeniería solar pasa de la ciencia ficción a la corriente dominante, es probable que aumenten las disputas entre quienes afirman que existe la obligación de investigarla como posible solución de última oportunidad y quienes están convencidos de que es el camino hacia la catástrofe.
Sin embargo, críticos como Biermann se mantienen firmes en su oposición.
“Es muy arriesgado. No se puede gobernar. No es ético”, afirma. “Y es uno de los mayores peligros de las actuales políticas climáticas”.
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