HISTORIA DE LA IGLESIA ANGLICANA, O SEA LA EPISCOPAL
ENRIQUE VIII
Muchos cristianos hispanos conocemos la Iglesia Catolica pues salimos de ella tal como el Señor mando (Apocalipsis 18). Pero pocos saben lo que es una iglesia de Inglaterra, o sea, Anglicana. El rey Enrique VIII de Inglaterra (1509-1547) era muy católico y hasta se había casado con Catalina de Aragón; hija de los Reyes Católicos de España y cuyo sobrino, Carlos V, era el principal apoyo del papa en Europa, aparte de ella misma ser una devota católica. Pero el problema del rey Carlos V era que quería divorciarse de su primera esposa, Catherine porque quería casarse con Ana Bolena quien pertenecía a una familia evangélica. Además de eso deseaba un heredero varón que ella podría darle pues Catalina, que ya tenía 42 años, no podía.
Por tanto, Enrique VIII empezó a llevar una doble vida. Compartía el lecho nupcial con Catalina, pero se las arreglaba para tener a Ana cerca o sostener una apasionada correspondencia con ella hasta que finalmente decidió anular su matrimonio con Catalina. Al principio, el papa Clemente VII estuvo dispuesto a aceptar la anulación si la reina estaba de acuerdo. Él trató de convencerla para que aceptara el divorcio a cambio de una fortuna, pero ella, asqueada, ni le contestó. La reina muy respetada por la Corte y ningún papa se atrevía a anular en contra de su voluntad la boda de la hija de los Reyes Católicos y tía de Carlos V, emperador de casi toda Europa y gran defensor del catolicismo. Por lo tanto, aunque el rey buscó ayuda para lograr el deseado divorcio sin apartarse de la Iglesia de Roma, el papa se rehusó otorgárselo.
Sin embargo, considerado que era rey, Enrique tomó los asuntos en sus propias manos y procedió a hacer a un lado a Catalina y casarse con Ana. Ese desacato motivo la excomunión de Enrique de la iglesia por el papa Clemente Séptimo el 11 de julio del año 1534. Mientras tanto, Enrique VIII se constituyó a sí mismo cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Feliz, Enrique exclamó ante sus aliados: “Ahora el poder político y religioso del país se concentran en mi.” Por el momento, ningún cambio de doctrina se hizo; todo se redujo a desconocer y sacudir la autoridad del papa. Protestantes y católicos compitieron por ganar influencia en la recién organizada Iglesia de Inglaterra. ¿Pero no se había hecho cristiano? En ninguna manera, sus propias acciones demuestran que sus intereses nunca fueron religiosas sino porque al igual que los principes alemanes que dejaron el catolicismo por el protestantismo deseaba quitarse de encima el yugo político y económico de la interferencia papal y su control totalitario.
De hecho, su forma de vida nunca reflejaron las de un verdadero cristiano pues el 7 de septiembre de 1533, Ana Bolena dio a luz en el castillo de Greenwich, no a un hijo varón, sino a la princesa Isabel. El Monarca recibió la noticia estando de cacería y enfurecido gritaba: “¡Por Cristo, hacerme esto a mí! ¡Una hija! ¡Preferiría un hijo ciego, sordo, tullido, pero un hijo!”. Al no darle el ansiado heredero, Ana perdió la estima del rey Enrique, que la desdeñaba y frecuentaba otras mujeres mientras que su poder se volvió tan excesivo, perverso e inhumano que también hizo rodar cabezas de cuantos se le oponían, acusándolos de traidores por lo que su poder era excesivo, perverso e inhumano.
Después de todo, Enrique nunca había sido amigo de la Reforma, habiendo sido entrenado como teólogo católico. Desde los inicios de su reinado, Enrique VIII había apoyado al papado frente a la Reforma, e incluso en 1521 había escrito en contra del credo luterano el libro En defensa de los siete sacramentos, por lo que se le había dado el título de “Defensor de la Fe”. Por eso, en 1527, pensó que la anulación de su matrimonio le sería fácil. Pero las pasiones de Enrique, sus tratos políticos y sus principios teológicos permanecían en un estado de cambio constante. Pronto mando ejecutar a Ana, bajo cargos de usar brujería, traición, adulterio e incesto (cargos que hoy se consideran fabricados y falsos) para después casarse con cuatro mujeres más: dos protestantes, una católica, y una luterana. Cada vez que quería casarse de nuevo, repudiaba o mandaba decapitar a su esposa de turno, sin importarle si habían tenido hijos. Sus pasiones, sus tratos políticos y convicciones teológicos cambiaban con cada matrimonio pues luego de ejecutar a Anna tuvo cuatro mujeres más: dos protestantes, una católica y una luterana, primero un grupo y luego otro dominaba en la iglesia. En cada cambio, había ola de encarcelamientos, desapariciones, y ejecuciones. El mismo y famoso protestante inglés William Tyndale (que realizó la primera traducción de la Biblia al inglés, a partir de los textos hebreos y griegos) fue primero protegido y después perseguido y ejecutado bajo total aprobación de este rey inglés.
Con respecto a los hijos de Enrique, la relación entre la protestante Isabel y su hermano Eduardo quien se identificaba más con los evangélicos se hizo cálida y afectuosa, pero la relación de Isabel con su hermana católica, María Tudor, hija de la repudiada Catalina de Aragón, era más problemática. María estaba resentida con la hija de Ana Bolena, la “ramera” (como ella le decía) que había suplantado a su madre y a ella la había separado de su padre y eliminado el título de princesa, derechos y prospectos matrimoniales. Y aunque le agradaba a Eduardo, le disgustaba que no fuera católico como ella. Hasta pretendió convertir a Isabel al catolicismo, pero el corazón de Isabel siguió siendo fiel a la fe protestante.
En 1544, Enrique decidió que sus hijas María e Isabel recobraran sus derechos en línea sucesora, detrás de su hermano Eduardo y en 1546 había eliminado la ley Sálica (ley que prohibía a las mujeres gobernar). A los 45 años Enrique VIII envejecía y engordaba de forma tan monstruosa que admitió “He abusado de mi poder” y el día antes de morir en agonía vio a su confesor y comulgó la mañana del 27 de enero de 1547. Su propia muerte también demuestra que Enrique ni siquiera llegó a ser realmente un protestante sincero sino que murió en la fe católica. Ya luego, ni María ni Isabel fueron al funeral de su padre ni a la coronación de su hermano, que ascendió al trono como Eduardo VI. Su sexta esposa, Catalina Parr, lo sobrevivió y se casó con su antiguo amante, Tomas Seymour unas semanas más tarde.
La madrugada del 28 de enero de 1547, el hijo del Enrique VIII ascendió al trono de Inglaterra como Eduardo VI. El rey Eduardo VI, otorgó libertad religiosa y se identificó abiertamente con los evangélicos. Detuvo la persecución a los Bautistas que su padre había continuado durante todas sus fases religiosas. Sin embargo, Eduardo murió tras haber reinado durante solo seis años, y su hermana católica, María Tudor quien era muy católica (lo aprendió de su madre, Catherine) lo sucedió. Es recordada como María la Sanguinaria (en inglés “Bloody Mary”) pues fue peor que su propio padre y hermana ejecutando frecuentemente con coraje y de forma despiadada tanto a predicadores evangélicos, protestantes y Bautistas. Hasta se han hecho películas de terror de esta mala reina. Los londinenses celebraron la llegada de María con vítores, fiestas, repiques de campanas y estruendo de salvas. Sin embargo, estaban dando inicio al reinado de quien iba ser a ser la soberana más odiada de la historia de Inglaterra.
Es obvio que el divorcio de sus padres la turbó mucho y después de 1531 jamás volvió a ver a su madre. Cuando María subió al poder, trató de restablecer el Catolicismo Romano en Inglaterra. Consiguió la corona por medio de falsas promesas y en motivo de venganza emprendió rápidamente la ejecución de quemar a cada protestante en Inglaterra. Habiendo obtenido la espada de la autoridad, no fue remisa en emplearla. El duque de Northumberland y Lady Jane Gray fueron los primeros en experimentar el implacable y salvaje resentimiento de María. En 1555-56, Cranner, J. Hooper, H. Latimer y N. Ridley, junto con otros, fueron quemados como herejes. Hasta hizo que el cuerpo del predicador protestante John Wycliffe, fuera desenterrado y sus restos quemados en la hoguera. Un protestante llamado Juan Knox (1514-1572) hasta se arriesgó a ser quemado en la hoguera también al criticar este tipo de feminismo religioso y el régimen monstruoso de estas mujeres la cual no consideraba como un símbolo de empoderamiento sino de pecado (Vea Isaías 3:12).
Knox hasta escribió “The First Blast of the Trumpet against the Monstrous Regiment of Women” (1558), en que argüía que el reinado de la mujer contravenía la ley natural y divina. No solo porque fueron sangrientas en su forma de gobernar sino porque usurpaban una posición que no les correspondían pues la Biblia nunca habla de reinas sino de reyes (como David o Salomón) lo cual parece indicar que al igual que el líder de una iglesia y familia es un rol que solo le corresponde al hombre (Deuteronomio 17:14-20 y 2 Samuel 7:12-16). Israel solo tuvo un monarca mujer, la reina Atalía pero lo fue porque ella usurpó el trono, asesinaba a sus rivales, y le dedicó su reino a los dioses paganos (2 Reyes 11). La obra de Knox se dirigía primeramente contra María Tudor y sus sermones atacaban la misa como acto idolátrico.
Pero el fanatismo de María Tudor eran tanto que ni siquiera tenia consideración para con los lazos de su consanguinidad, pues hecho a su inocente hermana Isabel prisionera en la tenebrosa Torre de Londres para su ejecución por temor a perder su trono. Pero no logró conseguir las pruebas conclusivas para ejecutarla. Además, Isabel tuvo un consuelo que María jamás podo comprar y ese era el apoyo del pueblo que se compadecía de ella, y oraban por su preservación. Muchas fueron las cabezas que cayeron bajo la sangrienta hacha de esta soberana, pero al final, también cayó la suya. De hecho, los actos de María aseguraron que Inglaterra fuera un país protestante después de muerta ella. Al amanecer del jueves 17 de noviembre de 1558, María moría en el palacio de St. James. Los miembros del Consejo trataron de consolarla en sus últimos momentos. “Abrid mi corazón”, dijo María, “cuando este muerta, y encontrareis allí escrita la palabra Calais.” No era la sangre de los mártires asesinados que había derramado sino la pérdida de una ciudad, lo que movió sus emociones al morir y este golpe último pareció ser infligido para que sus fanáticas persecuciones pudieran ser puestas en paralelo con su insensatez política.
María murió cinco años después de haber llegado al trono la cual fue recibido con regocijo en toda Inglaterra y fue reemplazada por su hermana protestante, Elizabeth. Como el pueblo ingles le había tomado el gusto a la libertad, cuando Isabel, hija de Ana Bolena (por causa de la cual se había Enrique VIII divorciado de Catalina) ascendió al trono. La hija indeseada se convirtió en el futuro en la gran Isabel I, reina de Inglaterra e Irlanda. Era de tez pálida, cabellos rojizos, ojos cafés, labios finos y unas manos muy hermosas. No era una beldad, pero se mostraba orgullosa de sus atractivos. Aunque lo más destacable en Isabel era su carácter, inteligencia y exquisita educación. De hecho, su reinado está entre los más duraderos de todos los que jamás haya visto el trono ingles: casi nueve veces el de su inmisericorde hermana.
A los 25 años, Isabel I heredó un país devastado por la pobreza, las guerras y los conflictos religiosos, pero ella logró llevarlo a un periodo de paz y prosperidad. Hasta llegó a suspender todas las ejecuciones, pero solo fue algo temporal pues al no separar la religión de la politica, sacudió una vez más el yugo papal, puso a los protestantes de nuevo en control de la Iglesia en Inglaterra y también persiguió duramente a los Bautistas y otras iglesias independientes. Por tanto, en Isabel I también corrió la sangre de las venas Bautistas, y siguió el ejemplo de su malvado padre, y como él, persiguió y desterró a los Bautistas, dándoles veinte días para salir de sus dominios por lo que muchos terminaron huyendo a los bosques y montañas otra vez, pero en comparación con la furia desatada bajo el reino de María y con los horrores del Continente, fue mucho menos. Como dijo uno de los más importantes historiadores cristianos y exiliado por las persecuciones habidas en Inglaterra durante el reinado de María la Sanguinaria, John Fox (1516-1587) , “Rogamos fervorosamente que ningunos anales de ningún país, católico o pagano, vuelvan a ser jamás manchados con tal repetición de sacrificios humanos al poder papal, y que el aborrecimiento que se tiene contra el carácter de María pueda ser un faro para los posteriores monarcas para que eviten los arrecifes del fanatismo!” (Libro de los Mártires de Fox).
Isabel I tuvo una vida marcada por la tragedia, las intrigas y el estigma. Más tarde, Felipe II preparó una flota a la que nombró la Armada “Invencible” para atacar las costas británicas e intentar lograr una Inglaterra española y católica. Sir Francis Drake y John Hawkins fueron los héroes de la derrota de estos españoles. Era un notable logro para quien había perdido a su madre (ejecutada por orden de su padre) y que a los 21 años había sido puesta en prisión por su propia hermana. Los poetas la llamaban la “Gloriana” y en los últimos 15 años de su reinado, el teatro desempeño un papel preponderante, destacándose William Shakespeare. Fue una edad de oro para la literatura y las exploraciones. Isabel I, conocida también como “La Reina Virgen” o “la Buena Reina Bess” fue una de las gobernantes más queridas y capacitadas de Inglaterra. Luego entró en coma y murió el 24 de marzo de 1603, después de haber reinado 44 años.
Tal fue el origen y la historia de esa nueva Iglesia. Por tanto, el que el rey Enrique haya cambiado de católico a protestante no le hace salvo pues al diablo no le interesa que la gente tenga religiones siempre y cuando no tengan al Salvador. Sin olvidar que en el día 23 de noviembre del año 1534 d.C. la “Iglesia Anglicana” fue instalada, teniendo como su fundador y cabeza el indecente, adultero y asesino Enrique. Habiendo sido constituida de esta manera en un día por el poder mandato político, la Iglesia Anglicana dio comienzo a su carrera como una denominación “cristiana”. De esta manera, antes de fines del siglo dieciséis, había cinco iglesias sostenidas por el Estado: la Ortodoxa Griega, la Católica Romana, la Anglicana, la Luterana, y la de Escocia, conocida como Presbiteriana. Todas ellas se mostraron implacables en su odio y persecución de los llamados Anabaptistas, Valdenses y demás iglesias disidentes que no habían tenido jamás relación alguna con los católicos. La gran ayuda que habían prestado durante las luchas de la Reforma había sido echada al olvido o se ignoraba enteramente a la sazón, con el resultado de que muchos más disidentes, incluso mujeres y niños, perecían cada día a consecuencia de las interminables persecuciones. De esa forma, la gran esperanza despertada por la Reforma resultó una sangrienta desilusión.
Pero como dice Fox quien resume ciertos pasajes por las experiencias personales del mismo autor, este informe no es un llamamiento a la venganza. La venganza pertenece a Dios. Él cuando termine el tiempo de Su paciencia, dará a beber a Babilonia el cáliz de Su justa retribución. Pero nosotros, los cristianos, debemos ahora manifestar la actitud de Dios para con todos los hombres: Su gracia y paciencia. En otras palabras, seamos estimulados a predicar con mas ahincó el evangelio de la Gracia de Dios, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, que en la cruz clamo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!” y aprendamos, pues a devolver bien por mal. Pero también hagamos caso de la amonestación del Señor: “Guardaos de los falsos profetas”
¿Pero no es la iglesia anglicana de hoy diferente a la original? Solo en algunos aspectos, por ejemplo, todavía sigue imitando en sus vestimentas toda la pompa y lujos de su iglesia madre (catolicismo romano) que nunca usaron los pescadores-apóstoles como Pedro, en vez de tener a Cristo como Cabeza tienen ahora a este rey corrupto (Efesios 1:22-23; 5:23 y Colosenses 1:18) y sus obispos pueden ser femeninos y homosexuales lo cual es totalmente opuesto a lo que enseña 1 Timoteo 3:1-7. En otras palabras, la iglesia de Inglaterra no es evangélica y mucho menos el verdadero cristianismo. Pero parece que estos son hechos que algunos reformados no quieren que sepas. Realmente no me importa la clase de vida que tienen estos reyes globalistas, antinatalistas, progresistas e inmorales de Inglaterra pues solo tengo un Rey que vive para siempre, Jesucristo pues nuestra esperanza no está en ellos sino en el Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16). Pero eso tampoco significa que vamos a ignorar que estos reyes hacen “lo malo ante los ojos del SEÑOR” (Salmos 2:10-12).
En fin, al apoyar personas poderosas que son evidentemente dominadas por el príncipe de este mundo y quienes mueven sus hilos en la política, el entretenimiento y otros medios se convierten también en parte de problema y no en la solución. En cambio, mientras más investigamos, aprendemos y rechazamos a estos reyes perversos, menos poder tendrán. Solo un cristiano que habla de conocer la Agenda del Eterno Dios, más sin embargo apoya a líderes políticos que están a favor de la Agenda 2030 demuestra que no ha entendido bien los verdaderos planes escatológicos del Dios de la Biblia. No olvidemos que siempre hay que respetar la libertad de expresión de los demás, aunque no nos guste, separar la iglesia del estado, y recordar que llegará un día en que todo se pondrá peor pero que tales eventos serán señales de que la venida de nuestro único Rey soberano y de nuestra vida, Jesucristo, está cerca, porque “es Rey eternamente y para siempre” (Salmo 10:16).
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