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Un hombre sin autocontrol es como una ciudad sin muros

NOTICIACRISTIANA.COM.- «Como ciudad cuyos muros están derribados es el hombre que carece de dominio propio» (Proverbios 25:28).

Comenzó de manera bastante inocente. La nueva recepcionista era bastante linda, por lo que el chico que dirigía el departamento se ofreció a invitarla a un almuerzo de “bienvenida a la empresa”, algo que nunca había hecho con ningún otro empleado nuevo. Estaba casado, pero estaba convencido de que no era gran cosa: era sólo un almuerzo con un nuevo empleado.

Ambos disfrutaron el almuerzo y acordaron que deberían hacerlo de nuevo. Bueno, “otra vez” luego se convirtió en algo habitual. Al principio, cada dos semanas y luego con mayor frecuencia. Muy pronto, fue semanal y luego diario. Los almuerzos diarios empezaron a incluir una cena aquí y allá, con bebidas, por supuesto.

Bueno… sabes a dónde va esto, ¿no? La pregunta, por supuesto, es: ¿cómo te sentirías si fueras la esposa de ese hombre? ¿Pensarías que fue «simplemente inocente»? Yo tampoco. Sin embargo, ¿no hemos hecho todos algo similar? Quizás no así, pero algo.

Quizás en un año particularmente difícil hagamos trampa en nuestros impuestos, lo que luego se convierte en algo anual. O añadimos un poco a nuestra cuenta de gastos porque, al fin y al cabo, era un viaje largo y la empresa se lo podía permitir, pero juraste que sería la única vez. Y así fue, hasta la próxima.

Las grietas en los muros de nuestra conciencia y autocontrol, incluso en los muros de nuestro corazón y de nuestra fe, parecen conducir a la caída total de esos muros.

La condición del hombre

Estamos libres del castigo, de la culpa, por todos nuestros pecados: pasados, presentes y futuros. Dios nos ha declarado inocentes por medio de su hijo.

Pero estar libre del pecado no significa estar libre de la tentación. El mismo Jesús fue tentado.

Tentado, pero no pecó. Jesús nos fijó el estándar perfecto de autocontrol, respondiendo a la tentación cuando se presentó. Francamente, si bien vemos solo tres ejemplos de Satanás tentando a Jesús, podemos estar seguros de que hubo muchos otros a lo largo de su vida y su ministerio.

Salomón señala que alguien que carece de autocontrol, de autodisciplina, está indefenso contra los ataques de Satanás.

Satanás nos ataca muy a menudo en nuestros puntos más débiles, y las tres tentaciones de Jesús fueron quizás lo que Satanás creía que era donde Jesús era más vulnerable.

Esos puntos débiles pueden variar entre los creyentes, sin embargo, Juan resume bastante bien nuestras tentaciones en esta vida:

Porque todo lo que hay en el mundo (los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida) no proviene del Padre sino del mundo (1 Juan 2:16).

Protegiéndose de los ataques

El autocontrol no siempre es algo que surge de forma natural. Es un rasgo que algunas personas nunca aprenden. Sin embargo, vemos en las Escrituras cuán importante es la autodisciplina para nuestra fe y para nuestras defensas contra la tentación.

Sin embargo, también es la condición de nuestros corazones humanos que debemos estar constantemente en guardia contra los planes del maligno.

Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra autoridades, contra los poderes de este mundo oscuro y contra las fuerzas espirituales del mal en los lugares celestiales.

Una nueva forma de vida

Una cosa que sabemos es que entregar nuestras vidas a Cristo Jesús resulta, o debería resultar, en una nueva forma de vida al aceptar su Espíritu Santo en nuestros corazones.

Cualquier alcohólico sabe que el camino hacia la recuperación pasa por no ceder a la tentación de tomar otro sorbo. Autocontrol. De la misma manera, los drogadictos saben que no deben volver a entrar en el mundo del que han sido salvados con la idea de que «una sola vez no hará daño». Autocontrol.

Debemos tomar en nuestro corazón el consejo de Pablo a los romanos en Romanos 6:12-14 -12-14 (MSG).

Las Escrituras son claras: como discípulos de Cristo Jesús, debemos estar constantemente alerta. Debemos ser conscientes y tener control sobre nuestros pensamientos y acciones. Debemos llevar cautivo a nuestra fe todo pensamiento y hacerlo obediente a Cristo (2 Corintios 10:5).

Debemos tener cuidado y ser conscientes, no sea que perdamos nuestro autocontrol y permitamos que se rompan las paredes de nuestro corazón y de nuestra fe.

Artículo escrito en Christianity.com.

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