Calvino, la Hoguera y los Herejes – CRISTIANISMO PARA ATEOS


Calvino, la Hoguera y los Herejes      

            ¿Es correcto matar herejes? Juan Calvino pensaba que sí. Pero no todo cristiano en la época de Calvino estuvo de acuerdo con este reformado. Entre ellos, Erasmo, Jacobo Arminio, Menno Simons, Balthasar Hubmaier, Sebastian Castellio, Casiodoro de Reina y muchos otros. Juan Calvino y algunos reformados usaron el Antiguo Testamento y malinterpretaron el “fuérzalos” de Lucas 14:23-24 como una licencia para matar “herejes” como los anabaptistas. Ni siquiera el consejo de Pablo de tratar a los que piensan diferente en 2 Timoteo 2:24-25 ni la enseñanza de Cristo de “amad a vuestros enemigos” (Mateo 5:44) detuvo a Calvino de promover la muerte a sus enemigos teológicos. Pero no cualquier muerte pues para Calvino a los herejes y criminales no se les debía dar una muerte inmediata cuando eran castigados con tortura o pena capital, sino que creía que “no es sin la voluntad especial de Dios que aparte de cualquier veredicto de jueces, los criminales deben soportar prolongados tormentos a manos del verdugo.” (carta a su amigo Farel el 24 de julio, Hugh Young Reyburn, John Calvin, His Life, Letters and Work, pp.202-205 y Selected Works of John Calvin). Esto Calvino lo puso en práctica con el teólogo Jacques Gruet a quien torturó por un mes antes de mandarlo a decapitar el 26 de julio de 1547 por haberse atrevido a llamarlo, “¡Hipócrita!” (John Calvin”s Tyrannical Kingdom: Geneva’s Experiment in “Christian” Dominionism por Dave Hunt)..
           Sin embargo, el ejemplo más popular de la tiranía y lado oscuro de Calvino fue cuando condenó a su viejo amigo teólogo y médico, Miguel Servet (1511-1553) a la hoguera solo por tener una diferencia teológica. La hoguera era una forma de castigo terrible y doloroso. A veces el condenado a la hoguera podía morir asfixiado por los gases que desprendía de la leña. En otras podía morir de un golpe de calor si el cuerpo superaba una temperatura de 41º C, entonces sufría de una muerte cerebral. En el mejor de los casos, intoxicación por monóxido de carbono o en el peor, respirar aire a grandes temperaturas abrasando sus pulmones. Pero todo eso sucede si el hereje era afortunado pues había métodos para que muriera consumido por las llamas en donde su cuerpo se deshidratara de una manera tan explosiva y de forma hematidrosis hasta que, al final, los órganos se desintegraban debido a un proceso de descomposición términa. Aunque la muerte de Servet fue una de muchas hogueras que ardieron por toda Europa, la de Servet fue trascendente. No solo porque “Hereje no es el que arde en la hoguera. Hereje es el que la enciende.” (William Shakespeare) sino porque Servet no era cualquier persona.
                   Pocos saben que además de teólogo, matemático, meteorólogo, jurista, geógrafo y filosofía de la naturaleza, Servet también fue un médico ejemplar, pionero en el estudio de la anatomía y un sabio pensador adelantado a su tiempo. Descubrió que la circulación de la sangre tenía lugar en los pulmones y escribió sobre la circulación pulmonar de la sangre muchos años antes de que a William Harvey le dieran el crédito por su descubrimiento. Sin embargo, la época en la que nació y vivió no fue la mejor. Servet se enfrentó púbica y primeramente a las injusticias de la iglesia católica romana como figura prominente del reformismo, y después con la escuela de Juan Calvino. Ambos bandos condenaron a Servet a la muerte. (Servet, Serendipia, J. Marquina, R. Garcia y J.L. Corral). La crítica de Servet a los libros de Calvino había desarrollado en Calvino un odio tan profundo que cuando Servet decidió por mala suerte pasar por Ginebra y asistir a la iglesia donde predicaba Calvino, Calvino se percató de su presencia y fue el mismo Calvino que le dijo a un oficial que arrestara a Servet. 
            Dice en la página 116 del libro de Samuel Fisk, titulado, Recordando las Sendas Calvinistas, “Que desde el momento en que Calvino lo hizo arrestar el 14 de agosto, hasta su condenación, el medico hereje pasó sus días restantes ... en un atroz calabozo sin luz, ni calefacción, con poca comida, y sin instalaciones sanitarias.” Hasta le negaron el beneficio de un abogado. Sus puntos de vista religiosos ni siquiera habían sido expuestos ni impresos en territorio de Ginebra. El gobierno de Ginebra, por lo tanto, no tenía ni la más mínima jurisdicción legal para su arresto, encarcelamiento, tortura y muerte." Por tanto, Servet fue tratado cruelmente en prisión y víctima de todo escarnio posible.” y todas sus posesiones fueron confiscadas sin más trámite. (John F. Fulton, Miguel Servet Humanista y Mártir, 1953, p. 35).
                Roland H. Bainton, dice en la página 207 de su libro en inglés, Hereje Perseguido, “Que Servet fue condenado a muerte por dos herejías - a saber el anti-trinitarianismo y el anti-paidobautismo” - es decir el bautismo obligatorio de los niños, que era parte de la teología que enseñaba Calvino.  Luego sigue diciendo en la página 186: “Si bien Servet admitió que estaba equivocado sobre la Trinidad, con respecto a su rechazo del bautismo de los infantes dijo, ‘Es una invención del diablo, un engaño infernal para la destrucción de toda la cristiandad’”. A esta declaración sobre el bautismo infantil, muchos cristianos verdaderos hoy en día (incluyendo Bautistas reformados con doctrina calvinista), habríamos respondido “Amén”.  Sin embargo, por esta afirmación que contradecía la doctrina de Calvino, Servet fue condenado a muerte. En la página 160 del volumen tercero de la Historia de la Iglesia Cristiana por Henry C. Sheldon también afirma que Servet: “...se retractó de su primera herejía con respecto a la Trinidad, perdonó a sus enemigos y pidió perdón incluso a Calvino...Pero este hombre fue silenciado, ¡y a qué precio!  El humo y las llamas que ascendieron sobre el cuerpo torturado de Servet, todavía proyectan una luz tenebrosa sobre la figura de Calvino”.
                    Al amanecer del domingo 26 de octubre, maniatado, vestido con un ropaje amarillo, custodiado por un pelotón de arcabuceros, Servet fue paseado en un desfile burlesco por las calles de la ciudad. Luego lo dirigieron al lugar de la ejecución donde lo encadenaron con cuerdas a una estaca y donde le pusieron madera verde a sus pies con el propósito de que ardiera con desesperada lentitud y se alargara su sufrimiento. Como si fuera poco también se le colocó una corona de paja untada con azufre y le ataron varios ejemplares de sus libros alrededor a su cintura. En la página 327 del libro, Los Herejes, de Walter Nigg, dice que “Alrededor de los pies de Servet se puso madera semiverde y se le colocó sobre su cabeza una tiara espolvoreada con azufre. Cuando lo llevaban para ser ejecutado, Farel, el amigo de Calvino, caminaba junto al hombre condenado, y mantenía un constante ataque verbal, con total insensibilidad a lo que Servet podría estar sintiendo. Unos minutos después de esto, Servet dejó de responder y oró en voz baja para sí mismo. Cuando llegaron al lugar de la ejecución, Farel anunció a la expectante muchedumbre: "Aquí ustedes ven cuánto poder posee Satanás cuando tiene a un hombre bajo su dominio. Este hombre es un distinguido erudito, y él quizás creyó que estaba actuando correctamente. Pero ahora Satanás lo posee completamente, como podría también poseer a ustedes, si cayeran en sus trampas." Cuando el ejecutor empezó su trabajo, Servet susurró con voz temblorosa "¡Oh Dios, Oh Dios!" El frustrado Farel exclamó exaltado, "¿No tienes nada más que decir?" Esta vez Servet le contestó "¡Qué otra cosa podría hacer, sino hablar con Dios!"

               Cuando las fajinas fueron encendidas, un lamento penetrante de horror salió del hombre atormentado en medio de las llamas gritando, "¡Misericordia, misericordia!" Tomó más de treinta minutos darlo por muerto en semejante fuego. Mientras que otros relatos aseguran que fueron tres horas." (Nigg, The Heretics [Los Herejes], p. 327 y Recordando las sendas calvinistas, Samuel Fisk, pág. 116). “Así como las autoridades católicas romanas de 1415 quemaron a Juan Hus en la estaca por razones doctrinales, Juan Calvino, similarmente, quemó a Miguel Servet a la estaca.” (Los Herejes, Walter Nigg, pag. 326). Muchos calvinistas dicen que Calvino no tuvo que arrepentirse de nada porque no tuvo nada que ver con la muerte de Servet. Sin embargo, no se puede salvar a Calvino de sus propias palabras y es difícil pensar que alguien trataría de hacerlo a menos que sea un fanático o ignorante en la historia de la Ginebra calvinista. La actitud de Calvino en defender su postura para condenar a Servet a la muerte se puede leer en el Refutatio [Defensio] (1554) donde escribió, “Mucha gente me ha acusado de tal feroz crueldad que si pudiera me gustaría matar de nuevo al hombre que destruí. No solo soy indiferente a sus comentarios, pero me regocijo en el hecho de que escupen mi cara.” (Calvino en: H. Beveridge, Obras seleccionadas de Juan Calvino: tratados y cartas, ‎1983 p. 443).

                 También está registrado en los libros publicados en inglés, Historia de la Iglesia Cristiana, del reconocido historiador reformado y presbiteriano, Philip Schaff, que nueve años después de la ejecución de la terrible y violenta muerte de Servet, Calvino nunca cambió su punto de vista ni pidió perdón por su conducta hacia Servet. Al contrario, trató de justificarla en autodefensa contra los reproches de Baudouin (1562), diciendo que "Servet sufrió la pena debido a sus herejías, pero fue POR MI VOLUNTAD. Ciertamente su arrogancia lo destruyó a él no menos que su impiedad. ¿Y acaso fue mío el crimen si nuestro Concilio, a mi pedido, de hecho, pero en conformidad con la opinión de las varias Iglesias, se vengara de sus blasfemias execrables? Dejen a Baudouin abusar de mí todo lo que él quiera, con tal de que, por el juicio de Melanchthon, la posteridad tenga conmigo una deuda de gratitud por haber purgado la Iglesia de tan pernicioso monstruo." (P. Schaff, History of the Christian Church [Historia de la Iglesia Cristiana] Vol. VIII, p. 690, 691).

           Calvino también dijo, "Quienquiera que contienda ahora a sabiendas y de buena gana que es injusto matar a los herejes y blasfemos, incurre en su misma culpa. Esto no es impuesto por autoridad humana; es Dios que habla y prescribe una regla perpetua para su Iglesia." (Schaff, History of the Christian Church [Historia de la Iglesia Cristiana] Vol. VIII, p. 690, 691.y 791). De hecho, fue el mismo Calvino que le dijo a un oficial que arrestara a Servet y expresó su deseo de que le dieran pena de muerte. Isabelle Graesslé, directora del Museo Internacional de la Reforma, recuerda a swissinfo.ch que Servet fue apresado a su llegada a Ginebra en 1553 “por la policía de Calvino, quien había dado órdenes de detención sobre Servet por negar el dogma de la Santísima Trinidad. Aunque llegó oculto, el español fue reconocido al salir de una iglesia”. Para que las autoridades políticas de Ginebra vieran respaldada la postura de Calvino para procesar a Servet, “en los meses siguientes el Consejo buscó el apoyo de varias ciudades protestantes de Suiza como Berna, Basilea, Schaffhausen y Zúrich. Finalmente, el gobierno local decidió condenarlo a morir quemado en la hoguera”.

                          Calvino fue el principal responsable de la ejecución de Servet de principio a fin pues había considerado por largo tiempo acabar con la vida de Servet, incluso mucho antes que fuera siquiera capturado, ya que consta en la página 153, del volumen tercero, de La Historia de la Iglesia Cristiana por Henry C. Sheldon, “Que el 13 de febrero de 1546, siete años antes del arresto de Servet, Calvino le dijo a su amigo Guillermo Farel (otro reformador protestante) en una carta: ‘Servet me escribió recientemente con una presumida arrogancia, e incluyó a su carta un largo volumen de sus delirantes fantasías, que a mi parecer son algo desconcertantes e insólitas.  Él vendría aquí si yo estuviese de acuerdo. Pero no estoy dispuesto a dar mi palabra en favor de su seguridad, porque si él viniese, de ninguna manera le permitiría partir vivo. Haría uso de mi autoridad para que sirviera para ese provecho. Yo espero que el veredicto requiera la pena de muerte” (Walter Nigg, The Heretics [Los Herejes] (Alfred A. Knopf, Inc., 1962, p. 328).  Y así fue. Ocurrió debido a él y no a pesar de él, como algunos de sus admiradores fanáticos suelen decir. Él la planeó de antemano pues fue Calvino el que acusó e hizo que arrestaran a Servet y el que escribió los cargos contra Servet de la cual se basaron el Consejo de Ginebra para ejecutarlo en la hoguera con su tácita aprobación. (Steven Ozment, La Edad De La Reforma 1250-1550, 1980, p. 370). Sin olvidar que fue Calvino el que acusó e hizo que arrestaran a Servet y el que escribió los cargos contra Servet de la cual se basaron el Consejo de Ginebra para ejecutarlo en la hoguera.
                      De la carta en 1561 que Calvino le escribió a Monseigneur du Poet, el gran chambelán de Navarra, también admitió, "Honor, gloria y riquezas serán la recompensa de vuestros dolores; pero, sobre todo, no dejéis de librar al país de esos sinvergüenzas, que incitan al pueblo a rebelarse contra nosotros. Tales monstruos deben ser exterminados, como yo exterminé al español Miguel Servet." (Calvino en: H. Beveridge, Obras seleccionadas de Juan Calvino: tratados y cartas, ‎1983 p. 443). Ahí lo tienen, el propio Calvino reconoció que él había rostizado al español Servet, y lo más absurdo de todo esto es que mientras Calvino se responsabilizó de esa muerte, los fanáticos neocalvinistas modernos tratan de eximir a Calvino de la culpa lo cual es absurdo. Después de todo, Servet no fue la única víctima de Calvino sino que muchos otros (incluyendo mujeres) en Ginebra también fueron condenados a la hoguera también por órdenes de Calvino (Historia de la Iglesia Cristiana del reconocido historiador reformado y presbiteriano, Philip Schaff, Vol. VIII, p. 690,691).             

          De hecho, los primeros en responsabilizar a Calvino por la muerte de Servet fueron los mismos reformados como Sebastián Castellio y Casiodoro de Reina quienes fueron testigos oculares de la horrible ejecución de Miguel Servet. A pesar de ser un pastor reformado ytraductor de la popular Biblia Reina Valera, Casiodoro de Reina, admitió que su fascinación por el calvinismo se volvió de pronto una decepción al quedar traumado viendo a su paisano, el aragonés Miguel de Servet, ardiendo hasta las cenizas y por los miles de anabaptistas que también fueron quemados vivos o ahogados por profesar el credobautismo y la libertad de culto que ni siquiera él mismo se sentía seguro en la Ginebra calvinista (Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, págs. 30, 84-85 y 90). Algunos tuvieron que mudarse a Inglaterra por temor a que también perdieran sus vidas por la intolerancia religiosa de Calvino y de sus seguidores. Según el mismo Casiodoro no podía contener sus lágrimas ante aquellos pensamientos y recuerdos pues la muerte de su compatriota “golpeaba sus entrañas” y que, “El señor Calvino habría hecho quemar a Servet en Ginebra injustamente y por envidia.” (Casiodoro de Reina, Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, Centro de Estudios Andaluces, p. 93). Casiodoro también dijo que, “Herejía es matar a una criatura por una diferencia teológica.” (Casiodoro de Reina, Libertad y Tolerancia en la Europa del siglo XVI, pp. 84-90).

                Hasta un amigo personal de Calvino llamado Sebastián Castellio, escribió reprendiendo su intolerancia y crueldad diciendo que “Si Cristo mismo viniera a Ginebra seria crucificado, porque Ginebra no es un lugar de libertad cristiana. Está gobernado por un nuevo papa, Juan Calvino, que quema hombres vivos mientras que el papa de Roma los estrangula primero.” (Sebastián de Castellio “De haereticis an sint persequendi” y “Contra libellum Calvini”). En sus textos, Castellio defendía con argumentos bíblicos, morales y filosóficos la libertad de conciencia y acusaba al pastor francés, Juan Calvino, de ser como un inquisidor católico que combatió a Servet con las armas en vez de la pluma. (Castellio Contra Calvino de Stefan Zweig). Castellio fue teólogo, defensor de derechos humanos, traductor y corrector de textos clásicos. Es famoso por decir, “Matar a un hombre no es defender una doctrina; es, simplemente matar a un hombre”. Pero después de sus escritos fue despedido de su trabajo como corrector textual en la imprenta de Ginebra y arrestado por los seguidores de Calvino.
            Otros dicen, "¿Pero no pidió Calvino que Servet fuese ejecutado por decapitación y no quemado para que su muerte no fuera tan dolorosa, petición que fue denegada?" Tampoco es que Calvino quiso que fuera decapitado en lugar de quemado en la hoguera pues esta petición vino del mismo Servet. Pero su petición fue rechazada porque esa forma de ejecución solo se empleada a ofensas civiles y no religiosas (Fisk, Calvinistic Paths Retraced [Las Sendas Calvinistas Desandadas], p. 116). El mismo Calvino debió saber esto pues estaba a cargo de la teocracia de Ginebra. Aun si fuera cierto que Calvino fue el que hizo esta petición eso no cambiaría el hecho de que Calvino fue el principal responsable de la ejecución de Servet de principio a fin como demuestra su carta a Farel pues su arresto fue planificado por Calvino y luego quemado en 1553 con la tácita aprobación de Calvino. Ocurrió debido a él y no a pesar de él, como algunos de sus admiradores fanáticos suelen decir. Él la planeó de antemano y la manipuló de comienzo a fin. Además, decapitación u hoguera sigue siendo asesinato, así como cuando Calvino apoyaba ahogar (como burla al credobautismo) o quemar vivo a miles de hombres y mujeres anabaptistas sigue siendo herejía de la peor clase.

                            Dicen que Servet también tenía planeado matar a Calvino lo cual es risible y absurdo puesto que además de que Servet no tenía poder político ni religioso para hacer tal cosa fue un firme defensor de la libertad de religión, de la expresión, de la consciencia, de la libertad de pensamiento y el debate intelectual.  En cambio, Calvino sí mató a muchas personas porque tenía la autoridad final en Ginebra, Suiza. Además, Servet no le había hecho daño a nadie. Al contrario, como buen médico que era llegó a curar y salvar a mucha gente, incluyendo a los pobres y necesitados. El caso de Servet ejemplifica a la perfección la actitud dictatorial y el férreo control que Calvino ejerció sobre la vida de los ciudadanos ginebrinos hasta el final de sus días. Es por esto, que algunos historiadores se refieren a Ginebra como la “Roma del Protestantismo” y comparaban a Calvino como un inquisidor católico o como el "Papa" protestante de Ginebra.” (Steven Ozment, La Edad De La Reforma 1250-1550, 1980, p. 370; Earle E. Cairns, El Cristianismo a Través de los Siglos: Una Historia de la Iglesia Cristiana, pág. 311; Elgin Moyer, El Diccionario Biográfico Wycliffe de la Iglesia, Revisado y ampliado por Earle E. Cairns, p. 73. y Stephen Hole Fritchman, Men Of Liberty [Hombres De Libertad],1968, p. 8).

         A pesar de todo, la agonía de Servet no pasó desapercibida, ni olvidada o enterrada por el tiempo pues también prendió la consciencia de muchos en la historia que condenaron la intolerancia religiosa de Calvino. Como dijo el teólogo y líder anabaptista, Menno Simons (contemporáneo de Lutero), “no deberías castigar con vuestro acero lo que está reservado solamente al juicio del Altísimo, a saber, la fe y lo concerniente a ella, como también Lutero y otros sostuvieron al principio de su obra, pero después de haber logrado una posición exaltada lo olvidaron. Decid amados, ¿dónde las Sagradas Escrituras enseñan que en la Iglesia de Cristo deber ser regulados por la violencia, tiranía y espada? ...Porque Cristo solamente dijo: “Guardaos de los falsos profetas” y Pablo ordena que debemos esquivar al hereje después de una o dos exhortaciones. Juan dice que no debemos recibir en nuestra casa a los transgresores, que no son portadores de la doctrina de Cristo. Pero él no dice: Abajo con los herejes, acusadlo a las autoridades, encerradlos, sacadlos de las ciudades y países, arrojadlos al fuego y al agua…Creo, queridos hermanos, que he demostrado claramente que las excusas de los tiranos, con las cuales pretenden probar que sus matanzas tiránicas son justas y rectas, solo es paganismo en principio.” (Menno Simons, Su Vida y Escritos, Bender/Horsch, pp. 133-136).
      Balthasar Hubmaeir, otro gran líder y teólogo anabaptista, dijo que al hereje se le vence con santa instrucción y no siendo contencioso. Por tanto, si ellos no quieren aceptar razones evangelísticas entonces que simplemente los evitemos (Tito 3:10). Pero que no los persigamos como hacen los inquisidores. Primero porque tales inquisidores que condenan al hereje al fuego son los más grandes herejes puesto que contradicen las enseñanzas de Cristo quien no vino para matar sino a dar vida en abundancia (Juan 10:10). Segundo, porque los herejes no deberían ser destruidos hasta que Cristo le diga a los segadores que quemen la cizaña (Mateo 13:30). No vaya ser que nosotros arranquemos la cizaña, y también con ella el trigo (Mateo 13:29). Tercero, Hubmaier también dijo que un hereje no puede ser convencido por la espada ni el fuego, pero solamente con la paciencia y la oración (Lucas 9:54). Además, quemar herejes no es confesar a Cristo sino negarlo y ser más abominable que Joacim rey de Judá (Jeremías 36). Pero no solo eso, si quemar herejes es un gran mal ¿Cuánto más es quemar hasta las cenizas a los proclamadores genuinos de la Palabra de Dios sin debatir la verdad con ellos? Después de todo, el teólogo anabaptistia entendía que la verdad es imposible de matar y que aunque las autoridades seculares castigan con pena de muerte al malo que trata de hacer daño físico al indefenso, el que es enemigo de Dios no puede hacerle daño espiritual al creyente (Romanos 13:4 y Mateo 10:28). Por último, Hubmaier concluye que quemar libros que contengan errores e irreverencia no es malo (Hechos 19:19) pero quemar herejes es una invención del diablo (pp.59-66).
                Resumiendo, aunque en 1903 los ginebrinos se negaron a levantar una estatua en memoria de la injusta muerte del gran médico Miguel Servet y porque fue como un pionero de la libertad de consciencia, finalmente aceptaron su error y levantaron un monumento en su honor. En la cara frontal del basamento se lee: “A Miguel Servet, Apóstol del libre pensamiento, nacido en Villanueva de Aragón, el 29 de septiembre de 1511 Quemado en efigie en Vienne por la Inquisición Católica el 17 junio 1553 y quemado vivo en Ginebra el 27 octubre 1553 por la Inquisición de Calvino.” Lo mismo dice en otros monumentos de Servet tanto en España y en Francia.

https://www.zaragoza.es/contenidos/servicios-sociales/personas-mayores/reactivate/MemoriaServet.pdf

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