«¡Dios es aliado nuestro, no del virus!» grabado ante el Papa Francisco el padre Raniero Cantalamessa durante la liturgia del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. El predicador de la Cansa Pontificia también menciona que Dios sufre por el flagelo que ha caído sobre la humanidad.
La celebración de la Pasión del Señor en el Vaticano fue presidida por el Papa Francisco y la homilía estuvo a cargo del frágil capuchino Raniero Cantalamessa.
«Lo que acabamos de escuchar es el relato del mal objetivamente más grande jamás cometa en la tierra», dijo el padre Cantalamessa sobre el texto bíblico de la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Además mencionó que esta escena puede verso desde dos perspectivas diferentes: por sus causas o efectos.
«Sí nos detenemos en las causas históricas de la muerte de Cristo nos confundimos y cada uno estará tentado de decir como Pilato:« Yo soy inocente de la sangre de este hombre »(Mt 27,24). Por lo tanto, la cruz se comprende mejor por sus efectos que por sus causas », dijo el fraile capuchino.
Por eso invitó a que apliquemos el mismo criterio a la hora de analizar la pandemia del coronavirus. Al respecto dijo que «También aquí, más que las causas, debemos mirar los efectos. No solo los negativos, cuyo triste parte escuchamos cada día, sino también los positivos que solo una observación más atenta nos ayuda a captar. La pandemia del coronavirus nos ha despertado bruscamente del peligro mayor que siempre han corrido los individuos y la humanidad: el delirio de omnipotencia ».
«¡Dios es aliado nuestro, no del virus! "Tengo proyectos de paz, no de aflicción", nos dice Él mismo en la Biblia. El que lloró un día por la muerte de Lázaro llora hoy por el flagelo que ha caído sobre la humanidad. Sí, Dios sufre, como cada padre y cada madre. Un día, nos avergonzaremos de todas las acusaciones que hicimos contra Él en la vida. Dios participa en nuestro dolor para vencerlo. ‘Dios —escribe san Agustín—, siendo supremamente bueno, no permitiría jamás que exista en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar del mal mismo el bien, puntualizó el fraile capuchino.