Todos estamos esperando con ansias el fin de la pandemia y de la cuarentena. Cuando esto ocurra la mayoría saldrá a la calle a recuperar el tiempo perdido y volverán a sus trabajos, colegios, universidades, etc. Y los católicos también retomaremos nuestra vida habitual de fe.
Todos estamos haciendo el intento de vivir esta cuaresma desde casa. Pero somos humanos, y desde la última vez que pisamos una Iglesia ya tenemos un buen número de pecados acumulados que no hemos confesado una causa del confinamiento.
Hermanos sacerdotes, abran los confesionarios apenas termine la cuarentena. ¡Los laicos se lo suplicamos! Durante este tiempo hemos aprendido a valorar más prácticas de fe que tal vez no vivimos de manera adecuada a causa de la rutina.
Tenemos muchas ganas de volver arrepentidos a los pies del Señor y escuchar boca de uno de sus ministros aquel «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió obtendrá al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, la conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ».
Qué hermoso sería que en las parroquias se organicen jornadas extraordinarias de confesión. Millones de laicos estamos ansiosos por peregrinar a nuestras parroquias a lo antes posible a recibir el perdón del Señor.