En muchas homilías escuchó este chiste / anécdota sobre ver Misa por televisión. Al chiste le falta gracia, pero tiene mucho sentido:
Una madre despierta a su hijo para llevarlo a Misa y su hijo lleno de flojera le responde «Mamá, mejor yo quedo en casa para ver la Misa por televisión». La madre un tanto molesta le responde «Está bien, pero más tarde en lugar de almorzar en un restaurante te quedas en casa a ver MasterChef».
El chiste es malo, pero la analogía es muy buena. Alguien que se queda en casa a ver MasterChef podrá obtener visualmente algunos de los platos más refinados del planeta, pero de ninguna manera podrá saborearlos. De igual manera, alguien que ve la Misa por Televisión podrá disfrutar de una buena homilía y un hermoso rito, pero de ninguna manera podrá alimentar su alma con el pan vivo bajado del cielo.
Eso no quiere decir que esté mal ver de vez en cuando la Santa Misa por televisión. Al contrario, es muy recomendable. Sin embargo, esto nunca debería reemplazar al acto de ir a un templo a vivir presencialmente la Santa Misa.
Esto es lo que la Iglesia sabe muy bien, por eso enseña que estamos «obligados» a asistir a Misa los domingos y días señalados por la Iglesia. Y el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave».
Pero más allá de las normas (que siempre es bueno conocerlas) nuestra asistencia a Misa no debería ser percibida como una obligación, sino como un gran regalo que nos da el Señor a través de la Iglesia que Él mismo fundó.
¡No pierdas la oportunidad de encontrar con el Señor en cada Santa Misa!