Todas las promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la gloria de Dios. Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas. 2 Corintios 1:20-22
Señor nuestro Dios, que das grandes promesas a la humanidad, y especialmente a tu pueblo, nos reunimos en tu presencia. Nos regocijamos ante ti, porque tu promesa es segura y tus obras serán reveladas para la gloria de tu nombre. Concédenos una fe inquebrantable en la gracia de Jesucristo. Concédenos una fe para aferrarnos firmemente, a pesar de toda maldad, para confiar en que tú estás gobernando y establecerás todo para bien. Señor nuestro Dios y Padre, clamamos a ti. Como el ciervo brama en busca de agua fresca, así nuestras almas claman a ti en este tiempo: «Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». Amén.