NOTICIACRISTIANA.COM.- Las primeras mujeres en predicar el evangelio jugaron un papel crucial en los inicios del cristianismo. A pesar de que no son muy conocidas, muchas mujeres se convirtieron en portadoras del mensaje más importante de la historia, las buenas nuevas de Jesucristo.

Sus historias, llenas de fe, valentía y dedicación, nos muestran cómo desde el principio el mensaje de Jesús fue llevado a todos sin distinción de género.

María Magdalena

María Magdalena fue la primera en llevar el mensaje de la resurrección de Jesús.

Según el evangelio de Juan (20:17-18), Jesús se apareció primero a ella después de su resurrección y le dijo: «Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios».

Obedeciendo esta instrucción, María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor», compartiendo lo que Jesús le había dicho. Este momento la marca como la primera persona en proclamar la resurrección, un pilar central del cristianismo.

La Mujer Samaritana

En el evangelio de Juan (4:1-42), encontramos la historia de la mujer samaritana, quien tuvo un encuentro transformador con Jesús junto al pozo de Jacob. Jesús le reveló aspectos profundos de su vida, incluyendo que había tenido cinco maridos y el hombre con el que vivía actualmente no era su esposo.

Maravillada por este conocimiento y la revelación de Jesús como el Mesías, la mujer samaritana dejó su cántaro y fue a la ciudad para contarle a la gente sobre su encuentro.

Debido a su testimonio, muchos samaritanos creyeron en Jesús. Más tarde, Jesús mismo fue a la ciudad y muchos más creyeron en Él gracias a sus enseñanzas. Su testimonio resalta la importancia de la proclamación personal en la difusión del evangelio.

Otras Mujeres

Además de María Magdalena y la mujer samaritana, que son los ejemplos más conocidos, otras mujeres también desempeñaron un papel crucial en la proclamación del evangelio.

Los evangelios de Marcos (16:1-8), Mateo (28:1-10) y Lucas (24:1-10) narran que varias mujeres, incluyendo a María la madre de Santiago y Salomé, fueron al sepulcro de Jesús y encontraron la piedra removida y el sepulcro vacío.

Estas mujeres recibieron el anuncio de un ángel de que Jesús había resucitado y, llenas de temor y gozo, corrieron a contar a los discípulos lo que habían visto y oído.

Pero aun después de la ascensión de Jesús, la Biblia registra a más mujeres que estuvieron relacionadas con la propagación del evangelio.

Priscila

Priscila, junto con su esposo Aquila, fue una activa colaboradora en el ministerio del apóstol Pablo. En Hechos 18:24-26, se describe cómo instruyeron a Apolos, un elocuente predicador de la época, explicándole con mayor precisión el camino de Dios.

Su hogar también fue una base para la comunidad cristiana, y trabajaron codo a codo con Pablo en la difusión del mensaje cristiano. Priscila es destacada por su conocimiento y capacidad para enseñar, lo que la convierte en una figura clave en la historia de la Iglesia primitiva.

Febe

En Romanos 16:1-2, Pablo menciona a Febe como diaconisa de la iglesia en Cencrea y la elogia por su servicio a la comunidad cristiana. La encomienda a la iglesia de Roma, pidiéndoles que la reciban en el Señor como es digno de los santos y la ayuden en cualquier cosa que necesite, lo cual indica su importante rol en la iglesia primitiva.

Junia

Junia, mencionada en Romanos 16:7, es otra mujer destacada en la predicación del evangelio. Pablo la llama «notable entre los apóstoles», lo que resalta la presencia femenina en los primeros esfuerzos de evangelización.

Las primeras mujeres que predicaron el evangelio, nos muestran que la fe y el valor no tienen barreras. Ellas compartieron el mensaje de Cristo a pesar de las dificultades, desafiando las normas culturales de la época, que generalmente, limitaban la voz de las mujeres en asuntos religiosos, mostrando que todos podemos ser portadores de buenas nuevas.

Su historia es un recordatorio de que el evangelio es inclusivo y que, cada uno de nosotros, tiene un papel importante en la difusión del mensaje de amor y esperanza. Sus vidas nos inspiran a ser valientes en nuestra propia fe y a compartirla con otros con la misma pasión y dedicación.

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