NOTICIACRISTIANA.COM –. El reino de Dios trasciende las fronteras del tiempo y el espacio. Es el dominio celestial, con un orden divino donde Dios reina y Jesucristo es su cabeza. En este reino, la gratitud se erige como un pilar fundamental, una respuesta natural ante el inmenso regalo de ser parte de este maravilloso gobierno.
El apóstol Rafael Ugarte Talavera, en el programa “Agua Viva para las Naciones”, explora el texto bíblico de Hebreos 12:28. El escrito apostólico nos invita a reflexionar sobre el reino de Dios y agradecer por ser parte del orden celestial.
Es decir, las Sagradas Escrituras se muestran como una guía espiritual para entender la magnitud y la trascendencia de este reino celestial.
El apóstol nos recuerda que el reino de Dios es un regalo inmerecido. Accesible sólo a través del nuevo nacimiento y por la gracia de Dios. Es un reino de hijos, donde la cabeza es Jesucristo, y ningún ser humano puede acceder a él por méritos propios. Es un reino inconmovible, sólido y eterno, que nos llena de confianza y seguridad.
Obediencia y sujeción a Dios
En este reino, la adoración se convierte en obediencia y sujeción al rey. Es un acto de gratitud y reconocimiento por la obra consumada de Cristo, donde honramos lo que él hizo por nosotros. La verdadera adoración surge del corazón, no por presión, miedo o costumbre, sino por un profundo amor y reverencia hacia Dios.
“Ser parte del reino de Dios implica más que meras creencias o conceptos teológicos; implica ser una expresión viva de este reino en nuestras vidas. Somos llamados a ser promotores y testigos de su gobierno, llevando su amor y su justicia a dondequiera que vayamos”, expresa Ugarte Talavera.
El texto resalta que el reino de Dios no se impone. Nos invita a ser coherederos con Cristo, colaborando voluntariamente en la expansión de su gobierno en la tierra. La gracia de Dios nos impulsa a realizar buenas obras, derivadas de la vida misma de Cristo en nosotros.
Expresar el reino de Dios en nuestras vidas puede generar resistencia en aquellos aún influenciados por la carne y las tinieblas. Pero esto no debe amedrentarnos, sino que nos llama a mostrar compasión y perseverancia en la promoción del amor y la verdad del reino.
Testimonio de vida de sujeción al reino
Asimismo, el testimonio de nuestra vida debe reflejar la sujeción a su gobierno y el gozo de experimentar su plenitud. Que nuestras acciones y actitudes sean siempre un reflejo del amor y la gracia que hemos recibido en el reino de Dios.
En conclusión, el reino de Dios es mucho más que una mera doctrina o creencia religiosa. Es una realidad transformadora que impregna cada fibra de nuestro ser. Es un llamado a vivir en gratitud constante, reconociendo la soberanía y el amor incondicional de nuestro rey celestial.
Al abrazar este reino, nos convertimos en portadores de su luz, agentes de su amor y su justicia en un mundo necesitado de esperanza.
Nuestra vida debe testimoniar la obra de Dios en nosotros, despertando en otros el deseo de unirse a la danza de gratitud y adoración. Que el Reino de Dios no solo sea una realidad celestial, sino una experiencia palpable que transforma corazones, sanas heridas y desata amor y gratitud.
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