La erupción más reciente del volcán Osorno ocurrió hace casi 190 años. A pesar de esta relativa larga pausa, el volcán Osorno ha mostrado en años recientes un incremento de su actividad sísmica, recordándonos lo lejos que está de ser un gigante dormido.
“El volcán Osorno solía hacer erupción cada 25 años, pero desde 1835 no hubo más erupciones. Entonces desde que hay registro histórico no hemos tenido ningún evento para saber cómo son las erupciones”, indica Eduardo Morgado.
El vulcanólogo, académico de la Escuela de Geología de la U. Mayor es el autor principal del primer estudio que detalla las condiciones que generaron la última erupción del volcán Osorno. Los resultados de la investigación publicada en el Journal of Petrology ayudan a entender mejor las señales geofísicas generadas por los instrumentos de monitoreo sobre lo que pasa en la superficie del volcán.
La investigación “es la que nos da más detalle de lo que pasó antes de la erupción, lo que nos permite saber qué esperar en los próximos escenarios, porque las erupciones del volcán Osorno de los últimos 12 mil años tienen características muy parecidas, al menos químicamente, entonces podemos esperar que, si viene una próxima erupción, será como la de 1835, que también fue parecida a la última erupción del Villarica de 1971″, explica el científico.
El Osorno es un estratovolcán, lo que quiere decir que está formado por múltiples capas de lava que le dan una figura cónica perfecta. Está ubicado en la Región de Los Lagos, a 45 km de Puerto Varas. Tiene una altura máxima de 2.661 metros sobre el nivel del mar y cubre un área de 250 km2. En conjunto con los volcanes La Picada, Puntiagudo y Cordón Cenizos forma una cadena de volcanes que siguen una línea hacia el Noreste.
La última erupción del volcán Osorno en 1835 fue observada por Charles Darwin. “…delgadas líneas de lava incandescentes brillaban sobre sus flancos y se sintieron sacudimientos en el buque, como si se escurriese la cadena del ancla”, anotó el naturalista inglés en sus apuntes de viaje a bordo del buque científico HMS Beagle al mando del capitán Robert Fitz Roy.
Aquella erupción, señala Morgado, “no fue tan violenta desde el punto de vista de la intensidad, pero si fue en parte una erupción fisural que rompió parte del edificio volcánico por donde salió magma, y también tuvo lahares asociados”. Precisamente son estos flujos de sedimento, roca y agua que se generan por la misma erupción y deslizan a lo largo de la ladera de los volcanes, los que representan la mayor amenaza del volcán Osorno.
“El volcán Osorno está dentro de los más peligrosos de Chile. El peligro más grande son los lahares, que se han registrado; se sabe por dónde han pasado y qué camino seguirían si hubiese una nueva erupción y es eso a lo que hay ponerle más atención”, advierte el investigador.
El estudio señala además que la actividad reciente del volcán Osorno ha mostrado un aumento en su nivel de sismicidad. “Estamos sintiendo muchos sismos asociados a ruptura de roca, posiblemente porque el volcán está soltando gases, pero además puede estar llegando un magma desde abajo”, sostiene Morgado.
El vulcanólogo añade que “se han sentido otro tipo de sismos que se generan por el movimiento de los fluidos”. Estos sismos son interpretados por los geólogos como signos de una fase de agitación volcánica que indica que el “sistema sigue activo y dinámico”.
La última explosión del Osorno produjo andesita basáltica y trefa volcánica, materiales que contienen minerales, cuyo análisis químico permitió al equipo científico de la U. Mayor saber los parámetros como presión, temperatura, fugacidad de oxigeno y cantidad de agua disuelta del magma previo a la más reciente erupción de la que se tiene registro.
El estudio combinó varias técnicas analíticas que sirvieron para observar no solamente la química de los minerales, sino que las variaciones de los minerales y del vidrio. El trabajo involucró además comparaciones de los rastros de erupciones de otros volcanes de la zona para entender el contexto general.
Eduardo Morgado detalla que “los minerales guardan cierta información y se van reequilibrando ante nuevas condiciones, pero tras hacer erupción la temperatura es tan baja que no se alcanzan a reequilibrar y guardan aquellas condiciones que tenían bajo la superficie. Lo que hacemos es, a partir de modelación numérica, intentar conocer esa información que queda registrada en las diferentes fases”.
La modelación numérica de erupciones pasadas es un método de reciente aplicación para estudiar volcanes en Chile. Apenas desde el año 2017 es usado para ayudar a “la mejor interpretación de las señales geofísicas, satelitales, sismología, inclinómetro, GPS, que son señales indirectas que se complementan con la información del magma que nosotros estudiamos, que es directa”, explica Morgado.
¿Nos podría sorprender el volcán Osorno con una nueva erupción? “Sí”, responde el académico, quien a continuación precisa que tal evento podría tardar probablemente unos 50 años más. Los volcanes “son sistemas caóticos y muy difíciles de predecir, lo importante es estar atentos”, concluye.