El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por tanto, digo: «El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!». Lamentaciones 3:22-24
Amado Padre que estás en el cielo, te damos gracias por guiarnos a tus hijos, aquí en la tierra. Te agradecemos que pase lo que pase con nosotros, podemos tener alegría, una y otra vez, porque nos das lo que es bueno, aun cuando los tiempos son malos y cuando atravesamos por dolor y aflicción. Te damos gracias que tu bondad y fidelidad lo penetran todo, y que al fin, por fin, penetran nuestros corazones. Entonces podemos saber y regocijarnos que es tu Espíritu quien nos guía; podemos estar seguros que nunca estamos solos, sino que podemos recibir fortaleza para ayudarnos en la lucha y el arduo trabajo de la vida. Todo se hace fructífero por medio de tu ayuda: bien y mal, vida y muerte, salud y sufrimiento. Todo debe servirte mediante la obra de tu Espíritu. Amén.
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